En torno a un acto de desobediencia civil

En torno a un acto de desobediencia civil

El lunes por la mañana la sociedad dominicana despertó con la noticia de que un grupo de jóvenes había “tomado” el Liceo República de Argentina en reclamo por el cumplimiento de la asignación presupuestaria que la Ley general de Educación manda para el sistema de educación básica y, además, por el arreglo del plantel ocupado.  Inmediatamente se despertó el debate previsible: si es válido o no que los ciudadanos desafíen al Estado para obligarlo a cumplir la ley y actuar justamente.

No deja de sorprender que una sociedad que hace galas de valores judeocristianos todavía se pregunte si la desobediencia civil es un método válido de protesta.  Esto lo digo porque esta forma parte esencial del fundamento del cristianismo.  ¿Por qué, si no por eso, se confinó a Daniel a la cueva de los leones? ¿No fue la expulsión de los mercaderes del templo un acto de desobediencia civil?  ¿No se debió el martirio de miles de cristianos, incluyendo a Pedro y a Pablo, causada por su desobediencia a la ley romana que exigía pleitesía para el emperador?  Es imposible hablar de moral cristiana sin reconocer que la desobediencia civil es un método de reclamo reivindicado por la Biblia misma.

Pero no hay que recurrir a ejemplos tan remotos para ver la importancia de la desobediencia civil como mecanismo para lograr sociedades más justas.  En el pasado reciente Mahatma Gandhi logró poner en marcha el proceso de liberación de la India por medio de acciones de desobediencia civil.  De paso, logró que este país se convirtiera en la democracia más populosa del planeta.  Es importante señalar que las acciones de Gandhi no se limitaron a sentadas o marchas, en 1930 organizó la “Marcha de la Sal”, con la que rompió el monopolio que el ocupante Imperio Británico tenía sobre la producción de sal en la India.  Poca cosa podría parecer, pero la obligación que tenían los 300 millones de indios a comprarle la sal al Imperio era una de las fuentes más importantes de beneficios para el mismo.  Las manifestaciones se produjeron durante todo un año, en el transcurso del cual 80,000 indios fueron arrestados, incluyendo Gandhi.

En Estados Unidos, otro gran líder de la libertad utilizó exitosamente la desobediencia civil para lograr objetivos de justicia: Martin Luther King.  Es imposible contar las veces que este hombre fue agredido, insultado y sometido a prisión sólo por exigir igualdad de derechos para la comunidad negra.  De hecho, uno de sus documentos de principios más importantes lo escribió en abril de 1963 desde prisión y se titula “Carta desde la cárcel de Birmingham”.  En ella King respondía a una comunicación en la que líderes religiosos de la ciudad criticaban sus métodos y llamaban a los negros de Birmingham a tener paciencia.  Con una claridad de pensamiento que deja anonadado, defendió sus acciones bajo varios argumentos que los ciudadanos democráticos no debemos olvidar nunca. 

Primero, dijo que carece de sentido quejarse de los efectos de las demostraciones y no fijarse en las causas estructurales de las injusticias que las justifican.  Segundo, que de nada sirve esperar a que se cumplan promesas que han sido rotas una y otra vez, esto rompe el vínculo de confianza necesario para que las negociaciones sean exitosas.  Tercero, que cuando se ha esperado durante años al cumplimiento de una promesa de justicia seguir esperando es lo mismo que aceptar un “nunca” por respuesta.  Cuarto, que es una responsabilidad moral y ciudadana protestar pacíficamente contra la injusticia en todos sus tipos porque, en sociedad, la injusticia contra uno es injusticia contra todos.  Quinto, que los “moderados” que exigen orden y paciencia porque las protestas no les parece “adecuadas” están apoyando, sin saberlo, el statu quo y, por tanto, la perpetuación de la injusticia.  Finalmente, que ante una situación de injusticia lacerante, la desobediencia civil es el término medio justo entre la desidia y la violencia.

No es mi intención equiparara al movimiento Lxs Libertarixs con Gandhi y King.  Estos últimos tienen asegurado su lugar en la historia universal.  Con quienes sí los comparo es con los ciudadanos anónimos del mundo que todos los días desde tiempos siempre han plantado cara a la injusticia y, en palabras de Juan Bosch, han exigido al Estado que se someta a su propia legalidad.

La asignación del 4% del PIB a la educación básica es una promesa legalizada y constitucionalizada por el Estado dominicano, que sin embargo tiene catorce años sin cumplirse.  Esto es parte importante de la causa por la cual en nuestro país perdemos capacidad competitiva, se incrementa la desigualdad social, la democracia no se afianza como debe y la mayor parte del pueblo no puede vivir en una situación de dignidad aceptable.  Para no cumplir con ello se viola año tras año la Constitución de la República.  ¿Es de extrañar que algunos ciudadanos decidan tomar acciones de desobediencia civil?  No creo que lo sea, mucho han tardado.

Para reconocer la justicia de sus acciones no es necesario compartir sus métodos.  Actuaron de manera pacífica y lo hicieron en nombre de la Constitución y las leyes que el Estado mismo viola y que, por tanto, no puede usar para escudarse.  La noche con su día fue un ejercicio responsable de la ciudadanía.  La ocupación funcionó, el plantel será reparado.  Y funcionó, hay que reconocerlo, porque las autoridades actuaron con responsabilidad.  Al margen de alguna injusticia tuitera, la Policía Nacional cumplió con su papel.  Algo, parece, se mueve.  Y el impulso son los ciudadanos.

No quiero terminar estas páginas sin volver a recordar a uno de los dominicanos más ilustres, don Juan Bosch.  En 1990, frente al colosal fraude electoral de que fuimos objeto los dominicanos, llamó a los ciudadanos a la desobediencia civil bajo la consigna “¡Que se vaya ya!”.  Si retiró el llamado pronto no fue porque pensaba que con el mismo perdía razón, sino porque no quiso exponer al pueblo al baño de sangre que se avizoraba. 

Sobre la desobediencia civil tenemos que estar claros, como lo estuvo Bosch. Una sociedad que no distingue el abuso del reclamo está perdida.  Despertemos, enfoquemos bien la vista en lo que importa, es lo que nos pidieron los ocupantes y lo que requiere la sociedad.

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