El problema de la carestía y costo de los alimentos se ha convertido en una enorme preocupación para todo el mundo.

La escalada alcista de los combustibles al parecer incontrolable, ha obligado a muchos países a buscar alternativas vía la exploración de combustibles vegetales. 

A pesar de que la opinión de muchos es que esta exploración incide de manera dramática  en la escasez  y precios de los alimentos, expertos en la materia y la misma FAO, han podido demostrar que la producción de agro-combustibles,  pese a que tuvieron un impacto inicial negativo,  estos se han  podido ir corrigiendo  y las desviaciones que implicaron su producción inicial, ya no gravitan tanto en los mercados.

La producción de alimentos no obstante está resultando un importante reto para los países no productores de petróleo, ya que la demanda de alimentos es cada día mayor.

Aprovechar en toda su magnitud las tierras cultivables es la mejor opción que tenemos los países que como el nuestro todavía dependemos en gran parte de combustibles fósiles para nuestro desarrollo.

La idea expresada por el Secretario General de la  ONU  durante la visita que le hiciera el Canciller Morales Troncoso, de convertir  el país en el “granero del Caribe”, parece un propósito definido del gobierno del Presidente Fernández. 

Para ello es necesario planificar nuestra producción en provecho de cultivos esenciales que garanticen alimentos suficientes no solo para nuestra población sino para la exportación a otras latitudes. La empresa agroindustrial  ha dado claras señales de cooperar con el gobierno, y debe ser así, porque solo con la integración del sector privado podrá el Estado llevar a cabo sus propósitos. Con un Estado proveedor de reglas de juego precisas y viables recursos  destinados a la producción y un sector privado pujante y cooperador, se alcanzarán sin dudas las metas deseadas.