En trazos simples

En trazos simples

La tarea de un gobierno es hacer y luego explicar lo que hace; la oposición, la que pretende también ser gobierno, ha de evaluar, criticar y plantear alternativas sobre qué y cómo hacer. En esencia es eso es en lo que implica una política democrática. Aun hay más: en el corazón de esa dinámica está la responsabilidad. Responder por lo que se hace, y lo que no se hace,  para finalmente recibir aprobación o rechazo. Cuando se pierde aceptación se motoriza el cambio y la sustitución.  

Los gobiernos se eligen precisamente para dirigir y administrar. Antes de serlo exponen sus visiones y propuestas. No se escogen para que hagan lo que quieran, como si recibieran un cheque en blanco. En una campaña electoral, el propósito es que se contraponga propuestas para que el pueblo político, erigido  en jurado, escoja una, por mayoría. En el entretiempo de las apariciones periódicas del “demos”, la dinámica del debate se lleva a cabo en el seno de un órgano nacional de dirección y control político: el parlamento o el Congreso. Y para completar: en los espacios de comunicación pública.  

La tarea del gobierno no es delegable a instancias externas. Ni siquiera en tiempos de crisis, cuando un exceso de diatribas, guerrillas y el disenso extremo, podrían contribuir a diluir la efectividad y eficacia de las decisiones. Por eso es importante de convenir, concertar líneas de acciones,  para enfrentar situaciones difíciles. De lo que se trata no es un mero ponerse de acuerdo porque es bueno: es por necesidad política.

Los gobiernos tienen siempre  que disponer de soluciones. Para eso lo son. Deberían entonces ser esas propuestas, escritas en papeles,  la que han de ponerse sobre la mesa cuando, por su naturaleza y osadía implican restricciones y sacrificios de amplios sectores sociales. Sin embargo en ningún caso la responsabilidad de un gobierno desaparece aun cuando se arribe concertar acciones.

A la oposición le cabe otro tanto. Si declara ser los  “mejores”, los más lúcidos y los más democráticos, en sus propósitos y fines, tiene que dar fe cotidiana de su compromiso. ¿Acaso no pretende ser gobierno “al doblar de la esquina”?  El interés nacional está siempre por encima de cualquier decir, impresión o acusación de un supuesto propósito engañoso de un Presidente que buscaría elevar la cotización de sus bonos políticos en baja. Si un partido no realiza cuan desagradables son sus propios dirigentes y cuan poco sancta son sus pretensiones, resabios y burdas manipulaciones ¿como pretenden convencer de ser opción de poder? 

Los diálogos se desprestigian cuando se difuminan. De todo no se puede hablar, ni pretender que se tome en consideración. Ni que se actué y  se haga  para mejorar o resolver.

Si en la Cumbre reunida se aceptasen los innumerables pliegos de temas y tópicos,  la crisis no solo se profundizará, hará sus estragos, terminará y aun quedará tiempo para seguir analizando y hablando. 

La responsabilidad política de los unos y otros está en los cimientos mismos de la democracia como patrimonio común de la civilización occidental. Allá en la Inglaterra de Robert Walpole, en la segunda del siglo XVIII. Así de antigua es.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas