En un cuarto del Lina

En un cuarto del Lina

POR ÁNGELA PEÑA
No sólo son los poetas que con verbo encendido cuestionan la injusticia imperante. Ni los cantautores de protesta franca que llevan al canto los males sociales con la melodía de sus voces y guitarras. Estos son igualmente cabezas calientes y revolucionarios que aprovechan el arte para exponer con admirable maestría sus preocupaciones por problemáticas de toda índole que afectan esta sociedad, desde el caótico tránsito, el flagelo del sida, la violencia verbal y física o el desprecio por el cabello crespo. El Gran Hotel Lina les concedió las habitaciones de huéspedes de su segundo piso y en cada cuarto se montaron interesantes propuestas cargadas de originalidad que mezclaban la capacidad innata de los artistas con los modernos recursos tecnológicos de estos tiempos. Casi todos agregaron a las piezas que exhibían un monitor con documental en torno al tema tratado.

Marcelo Ferder, Carlos Ortiz, Raúl Morilla, Ernesto Rodríguez, Tony Capellán, Pascal Meccariello, Mónica Ferraras, Limber Vilorio, Luisa Dueñas, Tony Espaillat, Genaro Reyes (Cayuco), Johnny Bonnelly, Mónica y Mariel Pimentel, Belkis Ramírez, Maritza Álvarez, Patricia Castillo, Manuel Rodríguez Vidal, Rosalba Hernández, Evelyn Lima Rivas, Michael Canahuate, Sahira Fontana y Giselle Fiallo fueron los anfitriones de Arte Barceló 2004 en el que se conjugaron instalaciones, videos, recreación de talleres, fotografías, pinturas, trajes, esculturas, diseño, dibujos, artesanía, música, estética de los cuerpos, muñecas, vejigas, ensambles, mobiliarios, condones…

El enorme salón de belleza de Giselle Fiallo y Sahira Fontana mostraba, además de los productos y equipos propios de estos negocios, la negación o pobre aceptación de criollos y criollas a su pelo quinquer, cacata, regular, fuerte o duro como una pimienta, a los caco’e tíguere o a los moños malos. Aparte de conocer la negación a la identidad fue un reflejo de prejuicios y escasa autenticidad por parte de un considerable número de dominicanos y dominicanas entrevistados. Potasa, era el nombre de esta instalación.

Tony Capellán desarrolló un arduo y esmerado trabajo, a pesar de lo desolada que aparentaba la alcoba. El único mueble era el box spring full con un mosquitero todo bordado de preservativos. La cortina del baño fue recubierta con las envolturas de los condones. “Para dormir tranquilo”, se llamaba su obra. Maritza Álvarez introdujo los estereotipos del vestido femenino que definen o pautan los papeles asumidos por la mujer en “Hoy sí tengo que ponerme”, mientras Belkis Ramírez definía la situación existencial del ser y el no ser en el contexto de la realidad contemporánea.

Cayuco alegraba al visitante bailando la bachata que sonaba en su “Suite de plata” y los huéspedes se estremecían impresionados con la forma en que Limber Vilorio mostraba el caos urbano o con las dramáticas fotos de la fiscalía mostradas por Rosalba Hernández y Evelyn Lima que trataban el tema de la violencia contra la mujer, producto del celo pasional, del abuso.

 “¡Maldito idiota, mueve esa vaina! ¡Hijo de la cebolla! ¡Quítate de ahí, carajo! o “El que anda a pie no e gente, tá quedao, es un perro, ta pasao” eran algunas de las acaloradas expresiones que se imponían al ensordecedor ruido de los saltamontes de Vilorio en su Sueño de asfalto o de Johnny Bonnelly y su “Silicon Boli”.

Arte Barceló 2004 fue un gratuito todo incluido para reflexionar en torno al deterioro moral y social que afecta este ambiente decadente  y para botar el golpe de esa misma realidad, sacudiendo los sentimientos desde el cuarto de un hotel.

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