En vía contraria

En vía contraria

En todos los países del mundo, al igual que aquí,  existen calles de una sola vía, pero, contrarios al nuestro, en el extranjero se respeta rigurosamente la disposición de transitar en el sentido señalado.

Quizás al leer uno de los jocosos libros de Enrique Jardiel Poncela hemos tomado muy a pecho su broma de que las leyes son como las mujeres: se hicieron para violarlas. Lo peor de todo es que ya nos estamos acostumbrando a estas peligrosas violaciones tanto de motoristas como de conductores en vehículos de lujo.

Y desde el momento en que nos acostumbramos a ir en vía contraria estamos enviando señales a nuestros cerebros y a los cerebros de los demás de que lo correcto es cuando las cosas funcionan al revés; que no hay nada anormal en tener que cederle el paso a un desaprensivo conductor que viene formando un caos porque circula en vía contraria y que exige, además, que se le abra camino. Así también, vemos como normal la violación de  luces rojas.

Viendo estas situaciones nos vamos acomodando al ver que las cosas se van haciendo al revés sin que eso nos cause el menor rubor. Las autoridades de Amet ya no se inmutan porque el cerebro de los agentes ya está pensando al revés, y  ya todos estamos comenzando a pensar así.

Pensamos al revés cuando conociendo los peligros de toxicidad de  ciertos pesticidas los usamos en nuestros productos agrícolas aunque nos enfermemos todos. También pensamos al revés cuando después de oir los sismólogos sobre el peligro de terremotos que nos acecha, no tomamos medidas adecuadas, como por ejemplo, la corrección de vicios de construcción de la mayoría de los edificios de “pisos suaves”.

Se piensa al revés cuando sabiendo el daño irreparable que genera el ruido, lo producimos y nadie dice nada.

Se piensa al revés cuando el Ayuntamiento en vez de arreglar los hoyos de las calles y el drenaje pluvial, construye parques de canquiñas y de monos eunucos y arañas desvencijadas. O cuando recoge la basura en horas laborables formando grandes tapones generando un consumo de combustible excesivo, aumentando la factura petrolera del país. O cuando derriba bellas y frondosas caobas para sembrar escuálidas palmas o no sembrar nada.

Pensamos al revés cuando conociendo el peligro del dengue mantenemos receptáculos de agua abiertos. En el ámbito internacional se ha pensado al revés cuando han prometido reconstruir Haití y no han cumplido.Cuando la dislexia se apodera del inconsciente colectivo la involución de la sociedad nunca es superada.

Es hora de que comencemos a pensar al derecho.

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