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¡No temo morir, pero..!

En realidad no le temo a la muerte, pero no tengo prisa. Y como dice el humorista Felipe Polanco “Boruga”, de esta vida no sale nadie vivo. Coincidencia , o la mayoría de las personas que se me han acercado en algún lugar público después de mi derrame cerebral son vendedores de algún cementerio privado. La primera vez que salí a la calle después del patatús, un joven me dio su tarjeta: “Quiero hablar con usted”. Era un vendedor de un cementerio. De ahí en adelante, cada vez que salgo a la calle, sin mentirles, se me acerca un vendedor. Estaba en un restaurante y una bella joven me dio una tarjeta, una vez otra joven hizo parar el tránsito para pasarme una tarjeta. He llegado a pensar o que soy un cliente potencial o se me ve la muerte en la cara. Quizá es que las funerarias se han hecho un negocio cada vez más creciente, y la competencia entre compañías que ofrecen este tipo de servicios se ha recrudecido… El caso es que ya me siento acosado. Y no es que no me parezca prudente el que la gente organice las cosas con tiempo, para evitar inconvenientes a los seres queridos, pero veo funeraria por doquier… Hasta por WhatsApp me han localizado: “Es usted una persona súper especial en mi listado de cliente. Por el mismo motivo me gustaría contar con su asistencia, por favor procurar a María Jiménez, su asesora en Jardín Memorial”. Por suerte, en esta ocasión era una invitación a una cata de vino que se realizó en el Café Jardín de ese camposanto.

 

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