Querida Minerva: te fuiste de este mundo sin despedirte. Por más palabras, ya no volverás. Todas las cosas bonitas y positivas debieron decírtelas en vida, principalmente yo, que tanto te quería, o te quiero. Hago un mea culpa. Eso sí, te prometo que desde hoy, cuando sienta algo bueno por alguna persona se lo voy a decir. Rememorando un poco, Minerva o “La Gallina”, como te puso Roberto Gerónimo, ¿Recuerdas aquel día que llegaste con tres furgones de ropas y electrodomésticos para la gente de Mesopotamia de San Juan de la Maguana? También recuerdo las luchas intestinas de Acroarte por los ‘nuevayores’, que te involucrabas las 24 horas, cuando yo estaba aspirando a la presidencia del gremio. ¡ Ah! y tus bodas con José Samboy. Aunque me invitaste, no fui porque estaba tan ocupado… claro, me lo perdí. Como decía el poeta Machado, “la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.