Enanismo cultural, intelectual y administrativo

Enanismo cultural, intelectual y administrativo

Decía Newton que él no era realmente un genio, sino apenas un enano que, montado sobre los hombros de sus antecesores, podía ver más lejos que ellos.

Un principio de la  ciencia es que la misma debe acumularse de acuerdo a ciertas reglas. Las ciencias, como las culturas se hacen más complejas y elaboradas durante siglos de prueba y error, las mejores experiencias dando paso a mejores maneras de hacer las cosas.

En ciencia, nadie hablaría ni investigaría sobre termodinámica sin estudiar cuidadosamente los trabajos de Lavoisier, Gibbs, Nernst… Tampoco se le ocurría citar la definición de un poeta, aunque este fuese premio Nobel, excepto como un chispazo intuitivo de algún valor interpretativo. Ningún trabajo sobre la cultura puede concebirse sin considerar los aportes de Morgan, Benedict, Malinovski, Strauss, Linton  y  otros,  que diseñaron los procedimientos metodológicos, empezando por definir aquello que entenderían por “cultura”, única forma de poder discutir el concepto y el tema, y de entenderse con los demás estudiosos; y encontrar lo buscado. Porque cosa fatigosa es encontrar lo que no podemos precisar, o ponernos de acuerdo sobre cosas diferentes creyendo que son una misma.

Lo peor como práctica administrativa y gerencial es partir de cero cada período gubernamental, echando fuera todo el personal y venir unos nuevos a reinventar la bacinica. A ni siquiera completar los trabajos, ni tapar los hoyos de la carretera que el anterior incumbente  reconstruyó.

Aún personalidades de las letras y las artes, cuando escriben sobre la cultura no precisan científicamente el concepto, como si un constructor intentara unir el sur con el norte sin precisar una ruta, ni las alternativas, ni precisar si lo que hará es una trocha o un camino vecinal (amén de los daños ecológicos). No hurgan en diferentes áreas del conocimiento ideas o hallazgos de antecesores que iluminen su búsqueda. Se limitan a citar definiciones miopes, abstrusas e imprecisas de colegas que tampoco investigaron, acostumbrados como están, a sentarse frente al teclado a improvisar desde su “iluminado intelecto”; excesivamente cargados en de sus “hiper egos”, cuales hoyos negros de gran succión magnética, de los que ninguna buena luz dimana. (En improvisar, también los políticos como el dominicano común son unos “biligues”). Con ese proceder nunca dejaremos de ser enanos mentales.

Debe preocupar esta actitud, no por el esfuerzo que demanda entender lo que ciertos potentados de las letras quieren decirnos, sino porque, en el caso de la cultura, la reducen a las letras y las bellas artes, acaso al folklore y otras especies, convirtiéndola en una amalgama indescifrable; sino porque cultura debiera ser un concepto sumamente claro, para que todo el que viva dentro de ella pueda entender de dónde provienen tantos disparates y enemas mentales como los que la suya le ha insuflado (por carecer de líderes intelectuales que la depuren de atavismos) y podamos des-aprenderlos,  dejándole así espacio a nociones sanas y liberadoras.

Y poder diferenciarnos de los peces que, como decía Linton, solamente hacen  tardía conciencia de su medio líquido materno… cuando son capturados.

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