Washington, (EFE).- El futuro de más de 12 millones de inmigrantes ilegales en EE.UU. quedó ayer en entredicho después de que encallara en el Senado un proyecto de reforma migratoria promovido por el presidente George W. Bush, quien pese a todo buscará revivirlo.

Bush, quien se encuentra en Italia tras participar en la cumbre del Grupo de los Ocho (G8) en Alemania, tiene previsto reunirse el próximo martes con senadores republicanos para tratar de dar un nuevo impulso a la iniciativa legislativa. Durante su vuelo a Italia, el jefe de la Casa Blanca dialogó por teléfono con tres senadores republicanos partidarios de la reforma.

El Senado se pronunció el jueves en contra de una moción para finalizar el debate sobre el proyecto y proceder a votarlo, lo que en la práctica permite que el proceso de presentación de enmiendas se prolongue hasta el infinito y la iniciativa no se llegue a someter a votación.

El rechazo, encabezado en su mayoría por republicanos, pone de relieve las profundas divisiones que la reforma migratoria suscita en el Legislativo y representa una bofetada para el propio Bush, que en la última semana multiplicó sus exhortos e intervenciones personales para que los senadores aprobaran el proyecto. El presidente, que ayer concluyó su participación en la cumbre del GO celebrada en Heiligendamm, llamó al líder de la mayoría demócrata de la cámara alta, Harry Reid, a no dar por muerto el proyecto de ley y a volver a plantearlo al pleno en un futuro próximo. El debate migratorio “ha dividido a demasiados estadounidenses”, admitió el jefe de la Casa Blanca.