El materialismo nos ciega. Vivimos sin identificarnos con nuestro verdadero ser espiritual, no lo percibimos porque estamos intoxicados, narcotizados con la conciencia corporal, atrapados en las dimensiones mental y material. Nos centramos en el cuerpo, en los sentidos, pero en nuestro diario existir poco cuenta el alma, la descuidamos o simplemente la ignoramos como si no existiera.
Nuestra esencia es el Espíritu. “No somos seres humanos que intentan tener una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”, una convicción arraigada en místicos, en personas que han alcanzado un estado de conciencia que les permite vivir en consonancia con su naturaleza divina.
“Cuando te reconozcas como alma habrás descubierto la presencia de Dios en tu interior”. “Esa es la clave: ir a la Fuente infinita, una dínamo que continuamente está alimentando de fortaleza, felicidad y poder a tu alma”, dice el gran maestro espiritual Paramahansa Yogananda, fundador de Self Realization Fellowship (SRF), organización mundial con sede en Los Ángeles, California, que del 14 al 20 del presente mes celebrará su Convención 2024, una semana de renovación espiritual.
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Meditación
Las enseñanzas de SRF ofrecen un camino hacia la espiritualidad, una forma de vida que conduce al desarrollo armonioso del cuerpo, la mente y el alma basado en los cimientos de la meditación científica.
“Si pudieras aquietar por completo tu cuerpo, tus pensamientos y emociones -dice Paramajansaji- te volverías inmediatamente consciente de tu verdadero Ser, que late con el gozo de Dios.
Son múltiples sus beneficios físicos de la meditación: relajación profunda, calma el aliento y los latidos del corazón, reduce el estrés y mejora la salud. Aumenta la capacidad para concentrarse, la creatividad, la productividad y la autoestima y, entre muchas otras, hace posible tener un sueño profundo y reparador.
Muy superiores son los logros espirituales. La meditación permite tener acceso al alma, nos dará discernimiento para comprender que no somos el cuerpo de carne y huesos, que perecerá, ni la mente cambiante llena de miedo y ansiedades, deseos y apegos, somos el alma hecha a imagen de Dios, de un gozo siempre nuevo y creciente, de la paz ilimitada, el amor perfecto, la sabiduría insondable.
Amar a Dios y al prójimo como a ti mismo
Al identificarnos con nuestra naturaleza superior, fluirán la luz y amor latentes en nuestro interior. Reflejarlos en los demás, cumplir el mandamiento de Jesús: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo.
Debemos pensar siempre en los demás, ayudarlos, prestarles la atención, el respeto que merecen como hijos de Dios, como hermanos que todos somos. Ver a Dios en cada persona, recordar que todos somos sus hijos, sus hijas, hechos a su imagen.
Mas, primero tenemos que ver su presencia en nosotros.
Para amar al prójimo, tener buenas relaciones con otros, tenemos que congeniar con uno mismo. Suele ser difícil, no imposible. Debemos analizarnos con una percepción desapegada y comprobarás que de continuo pugnas contra tu propia persona. Percibimos defectos, debilidades que nos preocupan, nos desagradan.
El propósito de la introspección es ayudarnos a conocer desapasionadamente las deficiencias de personalidad que ensombrece nuestra divinidad innata, a fin de superarlas. Al iniciamos en el sendero espiritual, un proceso gradual, seguido día tras día con firme determinación, en la batalla interior que libramos debemos aprender a separar de nuestro Ser superior las cualidades negativas del yo inferior, del ego, el alma cuando se identifica con las limitaciones.
Una vez percibamos los defectos y debilidades, las tendencias latentes, hábitos y otras imperfecciones tenemos que reemplazarlas por la cualidad positiva opuesta.
No debemos tomar conciencia de esos defectos, ni menospreciarnos. Concentrarnos en ellos los hacen más poderosos, impide erradicarlos. Si soy impaciente, proponerme ser paciente, inténtalo una y otra vez, hasta lograrlo.
Tenemos que aprender a comportarnos. Esto implica escuchar y seguir nuestra conciencia, la voz de Dios, si no le oímos y seguimos nuestros propios deseos y voluntad, estaremos de lado de nuestras malas tendencias. No podemos llevarnos bien con nosotros mismos ni con los demás si no tratamos de hacer lo que es para nuestro bien.
Sri Daya Mata, expresidenta de SRF, sucesora de Paramajansaji, tras su fallecimiento en 1952, solía citar a Shakespeare, en la voz de Hamlet: “Se fiel a tu propia alma, y tan seguro como que la noche sigue al día no podrás actuar con falsedad ante ser humano alguno”.
Sean sinceros, esa es la piedra basal del camino espiritual, decía. En todo lo que hagamos preguntarnos siempre, ¿soy honrado y sincero conmigo mismo? Jamás hay que buscar excusas para justificar las debilidades propias Sé fiel a tu propio ser y practica la meditación diaria, así es como encontrarás la libertad y la paz mental.
Sigamos pasos certeros en el camino espiritual: introspección, concentración, meditación. Pensar con profundidad. En lugar de vivir en la superficie, sumergirnos en las profundidades de la vida, en lo profundo de nuestro interior, un pasadizo hacia el reino de Dios.
Otra cualidad es escuchar. Aprender a escuchar de verdad a los demás, no solo oír con los oídos, sino escuchar con la mente, el corazón y el alma. Escuchar lo que no se oye, lo que está tras la superficie de las expresiones de las personas. Oír su corazón, sus sentimientos no manifestados, dolores no expresados y quejas no pronunciadas, comprender cuando algo anda mal y ayudarlos.
Aprender a ser compasivos, a amarnos. Así, juntos podremos entonar este inspirador cántico:
“En mi hogar enciende la luz con tus propias manos. Transmutadora luz divina, son tus rayos maravillosos. Mi oscuridad cambia en tu luz. Tócame solo una vez y yo cambiaré esa arcilla en oro divino. Los sentidos que desperté en cenizas se tornarán, en la puerta de mi alma enciende la luz de tu amor”.