Encuentro con la literatura

Encuentro con la literatura

La antigua casa colonial que ocupa el Teatro Guloya recibió el pasado jueves a un grupo diverso que acudió invitado por la editorial Alfaguara para la presentación formal de “El día de todos”, la primera novela del laureado poeta dominicano Juan Carlos Mieses por años residente en Francia y que llegó a su tierra para quedarse.

Allí, en el área que queda junto al bar, y las zonas aledañas de esta casa, la gente que iba llegando se integraba a conversaciones que respiraban de algún modo literatura, vida, en un agradable tono relajado característico de los encuentros entre amigos sin pretensiones ni ínfulas.

La actividad inicia en un salón que quedó pequeño para los asistentes (algo que habla bien del poder de convocatoria). El escenario, que tiene de fondo  la proyección de una acuarela de Eveline Grimaud-Mieses, esposa del autor, inspirada en la obra, y un contrabajo en el suelo, deja expectantes a quienes nos sentamos y escuchamos atentos las palabras de la editora Ruth Herrera y la presentación, a cargo  del escritor Manuel Mora Serrano.

¿De qué habla Mora Serrano?

Por supuesto de la novela, del autor, de su estilo poético y contemporáneo, de su vasto conocimiento sobre vudú  y las creencias ancestrales de la población haitiana cuya aplicación directa refleja esta obra. Habla de la situación domínico haitiana, la real, para la que propone solución: ayudar a mejorar las condiciones de vida de los haitianos en Haití, de modo que no tengan la urgente necesidad de venir masivamente a nuestro territorio.

Se nos ofrece entonces una especie de intermedio artístico, una “picadera”, diría yo. Entra a escena Esar Simó, quien toma en sus manos el contrabajo dejado en el piso y empieza a acariciar sus cuerdas, mientras la artista Lorraine Ferrand sale vestida de blanco, con un cesto de flores, que comienza a regar lentamente en el piso. Luce pensativa, meditabunda y así, comienza a hablar.

Luego interviene el autor. ¡Qué agradable escucharlo! Un escritor que logra imprimir tan intenso tono poético, que se mete tanto en la vida interior de los personajes, que respalda su talento, el dominio de la técnica con la investigación y conocimientos amplios, que juega a su antojo con la lengua, con lo suave y lo golpeante, dando tanta fuerza y tensión a las situaciones que plantea, debe tener dentro todo eso. La sencillez de su presencia y su verbo enriquece.

Mieses termina declarando: “El escritor nunca debe olvidar que esa pequeña cosa, aparentemente frágil y delicada, pero portentosa y llena de promesas que es el libro, es más importante que él mismo, porque en ese mar que es la lengua y donde la literatura constituye las mareas, las profundidades, las tempestades, los alisios, las grandes corrientes oceánicas, las brumas… en ese mar, el autor es tan sólo una simple ola de carne dolorosa y breve, hecha de agua no siempre clara, hecha de cieno, de sal y de penumbras”.  

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