Encuentro de valientes

Encuentro de valientes

JUAN FRANCISCO MONCLUS
Hoy, mientras me encontraba en un pequeño comercio, efectuando algunas compras de artículos de valor relativo para mí, he presenciado uno de los actos más hermosos que del hombre puede esperarse; dos obreros se encontraron frente a frente en el mostrador del aludido comercio, se miraron fijamente sin pronunciar palabras durante un rato al que no podría llamársele largo, sino expectante; de repente, uno de ellos dirigiéndose al otro, con voz calma pero firme, le dijo: dejemos las diferencias, no quiero continuar con esta enemistad, pienso que lo pasado entre nosotros fue producto del momento de tensión en que estábamos inmersos, y tal vez, de las preocupaciones que cada día nos embargan. No deseo -siguió diciendo- tener enemigos, -la enemistad- nunca ha cosechado nada bueno; la amistad por lo contrario hace al hombre cada día más feliz.

Mientras así hablaba, el otro miraba fijamente el piso moviendo mecánicamente en forma circular sobre el mostrador su mano izquierda.

Se detuvo el obrero de hablar, se detuvo el otro en su inconsciente movimiento. Como en el encuentro, volvieron a mirarse fijamente. De pronto se abalanzaron uno contra el otro, creí ver el brollo deslumbrante de un filoso cuchillo, me contuve y capté bien la escena; los dos obreros se confundieron en un abrazo de hermanos, el brillo que había visto, eran lágrimas que brotaban de aquellos grandes valientes.

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