Encuentros. Hurgando en mis raíces: Confucio o el arte de cuestionar sobre la vida

Encuentros. Hurgando en mis raíces: Confucio o el arte de cuestionar sobre la vida

Llegué a Confucio por una observación crítica que me hizo el muy querido y desaparecido padre José Luis Alemán. Cuando estos Encuentros tenían otra casa, escribí un trabajo exponiendo mis primeras lecturas sobre el Tao. Me llamó especialmente para decirme que si quería conocer verdaderamente a la filosofía china debía leer también las obras de Confucio. Me afirmaba que los taoístas, especialmente Lao Tsé, respondían a los intereses de los emperadores; mientras que Confucio era más “democrático”. Me pregunté ¿tendrá razón el padre?

Confiada en el hecho de que siempre me sorprendía la amplia y profunda cultura del querido padre Alemán, decidí leer a Confucio, que no era, en modo alguno, como aseguró una descerebrada reina de belleza, que era el padre de la “confusión”. No era, para nada, confuso ni podían confundirse sus palabras.

Tiempo después cayó a mis manos, por obra y gracia del buen amigo Flavio Darío Espinal, un artículo en el que Octavio Paz aseguraba que la mayéutica socrática no había sido inventada por los griegos, como se conoce en la filosofía occidental, sino por los chinos. Aseguraba el gran poeta y filósofo mexicano que los diálogos permanentes de Confucio y Mencio, el mejor de sus discípulos, se habían producido mucho antes que con Sócrates.

Al seguir leyendo sobre este gran pensador y político de la China antigua, entendí también otras cosas. Por ejemplo, el amor a la naturaleza que se expresa de forma constante en los filósofos griegos, y que después se habló del Derecho Natural, fue también una obsesión en todos los pensadores de la lejana China. Tanto así, que, para el caso de los taoístas, como ya señalamos en el artículo anterior y en otros artículos que hemos publicado, el agua era la máxima expresión de la vida y la sabiduría, por su capacidad de desdoblarse.

¿Quién era este hombre tan especial Kung Fu-Tse, conocido popularmente como Confucio? ¿Quién fue este hombre que modificó el pensamiento dominante del taoísmo oriental, que había nacido en Lu, actual Shantung, China, entre 551-479 a.C.?

A diferencia del taoísmo, que no era solo una filosofía de vida, sino también una religión, Confucio se dedicó a pensar y propuso ideas para el buen vivir, pero sobre todo para aconsejar a los gobernantes, a fin de que realizasen el buen gobierno.

Confucio escribió dos obras fundamentales, que son: Los Cinco Clásicos y Los Cuatro Libros. El primero fue escrito por el propio filósofo. El segundo es el producto de sus famosos diálogos con sus discípulos en relación a las ideas aprendidas sobre el pensamiento confuciano.

Los Cinco Clásicos comprenden: 1. El Libro de Canciones, que contenía 305 canciones, algunas con su música, escritas por Confucio. 2. El Libro de la Historia, que transcribía incluso muchos de los documentos básicos de la historia antigua de China.

3. Libro de los Cambios, que recogía el pensamiento filosófico del maestro, especialmente sus ideas acerca de las mutaciones y de los sucesos humanos. 4. Primavera y Otoño, una crónica de acontecimientos que impactaron la conciencia de Confucio. 5. Y finalmente el Libro de los Ritos, que concentraba los ritos ceremoniales de la Dinastía Chou.

Los Cuatro Libros comprenden: Ética y Política; Armonía Centra; Libro de Mencio y Analectas, este último contiene las mejores máximas confucianas, que fueron recogidas por sus discípulos.

El libro de Mencio, uno de los más conocidos, que inicialmente fue conocido con el nombre de “Maestro Meng”, (370 a.C. – 289 a.C.). Mencio fue, sin duda alguna, el más eminente seguidor del maestro Confucio. En esta obra defiende el principio de que los seres humanos son buenos por naturaleza, por tanto, debía y debe poder desarrollar una conducta recta. Defendía la existencia de cuatro sentimientos naturales o tendencias que debían orientar a los humanos hacia el buen camino. Estas eran: el sentimiento de compasión, el sentimiento de vergüenza, el sentimiento de respeto y modestia, y, finalmente, el sentimiento de lo que está bien y mal.

Hurgando, como lo hago siempre cuando deseo profundizar sobre un tema, localicé en el dinámico y amplio mundo virtual una tesis doctoral escrita por Cristina Bertrand en 1987, que se titulaba “El pensamiento chino. Confucio. Lao Tsé. Budismo Zen.”[i] y que presentó como tesis doctoral. En la publicación electrónica no indica en qué universidad se publicó.

El trabajo está dividido en tres grandes partes. Inicia su interesantísimo trabajo con el pensamiento de Confucio, de quien afirma que fue uno de los más grandes maestros de la sabiduría oriental, especialmente la China. Afirma que en el pensamiento de Confucio todo se encuentra íntimamente unido. Para este filósofo chino no podía existir dicotomía o separación entre la filosofía y la política; o entre la política y la ética. Lo mismo ocurría, dice la profesora Bertrand, que para Confucio tampoco debía existir separación entre arte, filosofía y política. “Esto quizás, afirmaba Bertrand, quizás resulte más difícil al lector occidental acostumbrado a separar las cosas en métodos y categorías y a adscribir realidades o verdades a unas dejando aparte otras.” (p.3)

Así pues, la separación era, a los ojos del gran sabio, un absurdo, algo ilógico. Planteaba que un verdadero artista no puede ser un ser humano malo, pues para que el espíritu se impregne de arte, era necesario que previamente pudiese “mantener la pureza en el propio corazón” (p.3). El espacio se ha agotado. En la próxima seguiremos con este interesantísimo trabajo.

Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz.

Si no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte? Confucio

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