Encuentros. Hurgando en mis raíces: La pintura china o la poesía sin palabras

Encuentros. Hurgando en mis raíces: La pintura china o la poesía sin palabras

El barco se hizo a la vela en el gran río;
sus henchidas aguas se dilatan hasta el borde del cielo,
El cielo y las olas abruptamente se separan:
son los miles de casas de la capital del distrito…
adelante, puedo ver el mercado
y vislumbro apenas la morera…
Me vuelvo para contemplar el terruño:
el inmenso torrente alcanza las nubes. Wang Wei (699-761)

La casa de mi infancia y adolescencia era enorme. Debía alojar una familia numerosa con hijos, sobrinos y abuelas bajo un mismo techo. Uno de los lugares preferidos de mi padre, su altar personal, donde pasaba largas horas tomando un trago y rememorando el pasado, era el bar, contiguo a la sala y frente al patio español. Su pequeño espacio estaba adornado con sendas pinturas grabadas en telas rectangulares que pendían de un bambú. Me llamaba la atención el gris paisaje exhibido: altas montañas bordeando un río, acompañadas de pájaros volando y alguna que otra maleza. Años después, en mi primer y hasta ahora único viaje a China, cuando bordeábamos el río Yangtsé, comprendí el raro paisaje. Y al ver que las montañas compartían el espacio con el gran río, rememoré las pinturas de mi padre.

En mi lógica occidental no entendía por qué se empeñaban en poner a competir las montañas con el río, porque para el imaginario que había cultivado influenciada por la cultura de Occidente, el espacio no podía tener tal distribución. ¡Qué pobreza imaginativa!

Buscando materiales para este trabajo comprendí con humildad, y me avergoncé de mi ignorancia, que la pintura china es una verdadera poesía sin palabras, porque pintura y poesía están tan ligadas que a veces los poetas toman prestadas las imágenes para escribir sus poemas, y los pintores se inspiran en las poesías para plasmar sus pinturas. Ambas se toman prestado imágenes o palabras, para legarnos la belleza de los paisajes de esa singular geografía ubicada en el lejano continente, que guarda en cada poblado y en sus miles de millones de pobladores una rica y milenaria historia.

Así, por ejemplo, Liu Zongyuan (773-819), el poeta de la dinastía Tang, en su hermoso poema «Nieve en el río» describe el paisaje del frío y sombrío invierno en las tierras de China:

En mil montañas desaparece el vuelo de los pájaros,
en los diez mil senderos se borran las huellas de los hombres;
Sola una barca, un viejo con su impermeable y su gorro de paja,
una caña solitaria, el río helado y la nieve.

Así pues, la pintura tradicional China refleja una estética especial que demuestra el entendimiento del pueblo chino hacia la naturaleza. Esta maravillosa pintura que nos han legado los pintores de ayer nos dice con sus imágenes que debería existir armonía absoluta entre el paisaje, la palabra y el pensamiento. Los pintores saben que antes de iniciar cualquier pintura la composición está concebida, pues ha sido un regalo del dios de la naturaleza. Su trabajo consiste en expresar, a través de las formas concretas que su pincel nos regala, la poesía y la filosofía subyacente en la cultura milenaria que le dejaron sus ancestros.

Por esta razón, la pintura tradicional china tiene una larga historia. Hace más de 2.000 años, la gente pintaba sobre seda. Durante las dinastías Sui y Tang, cuando China experimentó un largo período de desarrollo socioeconómico y cultural, la pintura alcanzó su madurez. Las cortes se llenaron de personajes, de paisajes y coloridas aves. A partir de entonces se establecieron tres categorías: la pintura del cuerpo humano, la de paisajes y la de flores y aves. Como puede observarse, esta expresión artística se caracteriza no tanto por los estilos, sino por los motivos que inspiraban a los pintores. En algunos casos, algunos artistas osaban a mezclar las tres, legándonos hermosos paisajes adornados por aves y en algún lugar colocaban figuras humanas en actitud contemplativa.

La pintura tradicional china usaba diferentes técnicas. La más utilizada era la tinta. Todavía me sorprendo con la capacidad de describir los objetos con pequeños trazos de pincel. Y en diferentes tonalidades de negros y grises eran capaces de otorgarnos poesía visual con matices tan distintos que uno podría pensar que solo los colores podrían regalarnos tal variedad. Pero no, ellos con la extraordinaria maestría y dominio del pincel supieron plasmar el paisaje claroscuro del paisaje chino.

Algunos estudiosos afirman que la pintura china ponía, y todavía pone, énfasis en la idea de que la pintura y la caligrafía son homólogas. El poema, a través de los trazos de la escritura, induce al pintor a plasmar en imágenes sus palabras. Por esta razón me encanta la definición de Jiayi Zhuang, quien afirma que la pintura china tradicional no es más que una historia cantada en poemas sin voz. ¡Qué hermosa definición!

Los fragmentos de poemas que transcribimos a continuación reflejan con belleza esa relación mágica entre pintura y poesía. Así pues, la palabra describía el paisaje, y la pintura invitaba a inventar nuevas poesías.

“Regreso al país natal”, de Ho Che-Ichang
Joven, dejo mi pueblo;
Viejo, a él regreso.
Mi acento no ha cambiado,
mis cabellos, bajo el tiempo,
son cada día más grises.
Los niños me ven

y no me reconocen.
Me preguntan riendo:
¿De dónde vienes, viajero?

“El canto del viajero sobre el río”, de Wang Ch’ang Ling
La barca solitaria y la luna entrevelada
miran a los bosques de los plataneros.
El canto de la guitarra habla
al corazón del viajero.

Los colores de la colina varían
entre las mil redes de la lluvia.
Una cuerda se rompe… todo se calla
y se impregna de lágrimas

@MuKienAdriana

sangbenMukien@gmail.com

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mu-kiensang@pucmm.edu.do

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