POR MU-KIEN ADRIANA SANG
Nuestra gran Salomé escribió este poema en los años en que su patria amada vivía al calor de las luchas intestinas, los enfrentamientos políticos, las sucesiones forzosas al poder; cuando dos grupos opositores, los rojos y los azules, mal llamados partidos políticos, se disputaban el control del Estado, como botín de guerra; cuando los caudillos arengaban a las masas y las movilizaban a la protesta social, como único norte la defensa a sus figuras, sin ideas ni programas.
La poetisa Salomé, mujer de sueños, de esperanzas sociales, lloró por su patria. Una patria que amaba, pero que se desgarraba ante sus ojos impotentes. De ese sentimiento de impotencia nació el poema Ruinas. Poesía crítica, desalentadora y esperanzadora, escrita en una doble dimensión existencial. El desaliento y la crítica hacia los buitres de la política ofrecen el matiz de los primeros versos, la esperanza soñada por ver una patria encaminada hacia el camino del bien y del progreso.
Hace un tiempo, refiriéndome justamente a esa llamada angustiosa de la patria soñada de la Gran Salomé Ureña, escribí: Historia triste la nuestra. Caminamos un poco, retrocedemos aún más. Avanzamos y retrocedemos, en una ilógica histórica que nos ha puesto en manos de insensatos, truhanes y mentirosos. ¿Para ellos, qué es la patria? Una palabra usada, rehusada y maltratada en discursos estridentes, carentes de contenido, llenos de mentiras y falsas promesas con el que hipnotizan sus víctimas. Y para nosotros ¿qué es la patria? ¿Qué debe ser la patria?
Hoy, meses después se repite, nueva vez, una y otra vez, la historia del despojo, del saqueo, del tráfico de influencias, de la burla, del uso del poder para beneficios personales. ¿Acaso no nos damos cuenta que así no podremos salir airosos de esa ruina?
Y pienso en Bolaños, el pobre Presidente de Nicaragua, un país golpeado por décadas. El escándalo de corrupción del ex Presidente Arnoldo Alemán. Hoy después de la guerra civil que dividió el país en dos mitades desiguales, de la vuelta a la democracia, el pueblo se ha tirado a las calles, pidiendo la renuncia del Presidente Bolaños.
El Ecuador es un eterno conflicto. El Presidente payaso-cantante, fue declarado insano para gobernar y fue destituido por el Congreso. Un gobierno de transición, unas elecciones, el ascenso de un cobarde, que salió huyendo cuando las masas tomaron Quito, movidas por un ex militar golpista. La subida del Vicepresidente, un prestigioso académico que se dejó atraer por el poder, y salió despavorido de su país acusado de corrupción. Elecciones nuevas, ganó el militar golpista, hoy exiliado en Brasil, tirado al ruedo por las mismas masas que él arengó en contra del gobierno de turno. Ecuador golpeado por la crisis económica y la crisis política, camina sin rumbo. El pueblo grita por una mejoría de sus condiciones de vida.
Bolivia sigue en un eterno conflicto. Después de haber elegido democráticamente a uno de los peores dictadores, no ha tenido sosiego. El Presidente electo amenazó con renunciar. El Congreso no lo dejó. La crisis se mantiene, el Presidente camina por la cuerda floja, de las presiones sociales y las tensiones políticas.
Venezuela, ¡Ah Venezuela! La misma que ha elegido varias veces a un ex golpista, que hoy se viste con el traje del populismo de izquierda de los años sesenta, la misma que grita por reformas manejadas desde arriba. ¡Ah Venezuela la dividida! ¡Ah Venezuela, la saqueada! ¿Cuándo se acordarán verdaderamente de ti?
Colombia envuelta en sus eternos conflictos de una guerrilla que no ha sufrido las transformaciones de los tiempos. Colombia, la penetrada por el narcotráfico. Colombia la de los hombres y mujeres que aspiran a una sociedad sin violencia.
México teñido de escándalos, de un Presidente que no ha gobernado. Panamá que finalmente saliste airoso del período de esa mujer presidenta que negó las luchas de tantas mujeres, tiñendo su régimen de dolo y escándalos. Cuba dominada por la prehistoria, de un hombre que se aferra al poder, como el moribundo a la vida.
¿Y nuestro país? Salimos de un presidente que dominaba el país, como el capataz que al galope de su caballo da las órdenes a sus peones. Sin pensar en las consecuencias se aferró a la reelección, rompió normas, resquebrajó la institucionalidad y perdió. Su derrota dio el paso a una esperanza, que al cabo de casi 12 meses de ejercicio se desvanece. ¿Hacia dónde quieren llevarnos, me pregunto?
América, nuestra América, la misma que cantó y soñó Pedro, el hijo de Salomé, parece que camina, da algunos pasos hacia delante, pero retrocede una y otra vez. Avanza y retrocede, avanza y retrocede, en una ilógica sin fin que no nos deja superar nuestras propias ruinas.