Encuentros
De diáspora e identidad (y 2)

<STRONG>Encuentros<BR></STRONG>De diáspora e identidad (y 2)

Así vamos los pueblos de la América

en mangas de camisa. No pregunte

nadie por la patria de nadie.

No pregunte

si el plomo está prohibido, si la sangre

está prohibida, si en las leyes

está prohibida el hambre.

Si resulta la noche

y firmemente los labriegos saben

el rumbo de la aurora,

el curso de la siembra. Si los sables

duermen por largo tiempo,

si están prohibidas las cárceles…

Porque apenas el crudo mozalbete desgranado

enarbola la paz como un fragante

pabellón infinito, en nombre del amor

o de la juventud en medio de las calles,

el látigo produce su rúbrica instantánea,

su bronco privilegio.

La Comisión Permamente de Efemerides  Patrias  me invitó en una oportunidad a ofrecer la conferencia en Milán, Italia.  Dije que sí con entusiasmo, aunque estaba en medio del semestre con todas las implicaciones que esto supone.  Por suerte para mí, coincidió con un fin de semana largo y pude sobrellevar mejor mi carga laboral. Natasha Sánchez, la cónsul General de Milán sería mi anfitriona.

Partí un día laboral en horas de la noche hacia Madrid.  Con todos los requisitos que existen ahora, decidí llegar temprano al aeropuerto Internacional de las Américas. Una vez en la sala de espera, para entretenerme, decidí observar para aprender. Un dominicano residente en Italia, llevaba para adornar su hogar una gran careta del carnaval  de La Vega.  Mostraba con orgullo su adquisición.  Sin palabras anunciaba que era dominicano y que esa máscara de diablo es un símbolo de su propia dominicanidad.  Coincidimos en todo el trayecto.  En el aeropuerto de Barajas solo veía las plumas amarillas y rosadas que adornaban su valioso obsequio.

Estando sentada en la sala de espera en el aeropuerto dominicano, de repente siento un olor a comida.  Busqué con la vista de dónde venía.  En diagonal a mí, había una señora que comía un concón con habichuelas rojas y un poquito de carne guisada.  La escuché decir que no le había dado tiempo comer porque debía salir temprano de su localidad para llegar a tiempo al aeropuerto.  Se le había olvidado el cubierto y el duro concón servía de improvisada cuchara.  Veía cómo algunos extranjeros se quedaban mirando entre extrañados y sorprendidos del espectáculo macondiano.  

Al llegar a Madrid, los dominicanos se conocen por su bulla. En aquel silencio sepulcral europeo, se destacaba el grito de los dominicanos: “Juan date prisa muchacho para que cojas la primera fila de elmigración”, gritaba una  a su acompañante, con un tono español y un marcado acento criollo. Una mujer comentaba que solo porque era su país le habían permitido llevar más equipaje del permitido.  Decía que varias mujeres de su campo le habían hecho valiosos obsequios que le servirían de compañía en sus largas, solitarias y tediosas  noches madrileñas.  A otra mujer le escuché hablar de todo lo que había comido en su visita al país: “Uted no sabe to lo que comí. Adió le digo que aumenté como die libra en 10 día”   

En el trayecto Madrid – Milán me sentaron al lado de una dominicana residente hace más de 20 años en una comunidad de Génova.  Había ido a operarse al país, porque quería que su familia la acompañara.  Me dijo “Sé muy bien que en Italia tengo mejores médicos, pero allá no encuentro el calor de la familia”.

Llegué a tiempo.  Me esperaba uno de los vice-consul de Natasha y su esposa, también funcionaria dominicana, pero en el consulado de Génova. En el trayecto hacia el hotel me contestaron,  porque le pregunté cuántos dominicanos habían en Italia, que el número era impreciso por la cantidad de ilegales.  Afirmaban que en los últimos años había aumentado y que quizás podían rondar por los 50,000.

No tuve tiempo de descansar. Me pasarían a buscar al hotel en dos horas para ir a la recepción que al cuerpo diplomático ofrece el Consulado de Milán. Allí me encontré con Natasha. Fue agradable ver, además de las autoridades locales, a la diáspora dominicana en Milán: mujeres casadas con italianos que ya habían perdido el acento dominicano y hablan el español con el acento de Italia.  Hombres que habían zarpado hacía décadas en busca de mejor suerte, habían logrado estabilizarse gracias al trabajo duro y al matrimonio con alguna italiana. 

La conferencia se ofrecería en el marco de un Gran Encuentro de Dominicanos, que tendría lugar en la sede de la Casa de la Cultura del Mundo.  Un grupo llegó desde el sur, cerca de la Toscana.  Lo hizo a tiempo y feliz.  ¡Casualidades de la vida! Allí un señor de unos 50 años me saludaba con afecto. Lo reconocí enseguida. Era uno de los dirigentes campesinos y sindicales de Manzanillo con quien había compartido mucho en diversos cursillos de Educación y Promoción hacía más de 35 años.  Me regaló una foto donde estábamos posando el grupo que había participado en el Cursillo de Promoción, Nivel 1, frente al Centro de Promoción de Monte Cristi. 

Tenía entonces unos 17 años.  Éramos todos jóvenes ilusionados con un futuro mejor, idealistas y comprometidos.  ¡Qué tiempos aquellos! El grupo se fue haciendo cada vez más grande.  Me encontré con la hermana de una compañera de primaria, con quien tuve oportunidad de intercambiar informaciones de conocidos comunes.

La actividad comenzó  con la presencia de unas 200 personas. Un nada formal presentador inició la jornada. Natasha, como cónsul general, dio la bienvenida. Después se le ofreció la palabra a los grupos organizados de dominicanos: el grupo Salomé Ureña, el Grupo La Trinitaria, la Casa Dominicana…. Hombres y mujeres del pueblo que decidieron asociarse para ayudar a la comunidad dominicana en Italia y sobre todo, ayudar a los más necesitados en diversas comunidades dominicanas.  Tomaron la palabra, tratando de expresarse de la mejor manera posible, algunas  veces saltaron al aire “s” sin razón, o sintaxis reconstruida sobre la estructura italiana. 

Finalmente me tocó ofrecer la conferencia. Al ver el público presente, decidí recurrir a la maestra. Tenía la presentación en power point con imágenes de los principales acontecimientos.  Nos enredamos el público y yo en una cruzada por el conocimiento de los hechos históricos. Me sentí orgullosa porque veía sus caras de atención, sus sonrisas cuando podían responder correctamente alguna pregunta que había hecho, sus ojos concentrados intentando entender las imágenes y las palabras que aparecían en las pantallas.  Después en las preguntas, aparecieron todo tipo de intervenciones. Se había repetido lo mismo: los que intentan demostrar lo mucho que saben, los que preguntan por curiosidad sana, los que tienen sus ideas preconcebidas y buscan la aprobación de la conferenciante…. Terminamos todos convocados a participar en un buffet dominico italiano.

Agradezco de nuevo a la vida por esta oportunidad de compartir una vez más con la diáspora dominicana que se aferra a su bandera, a su himno, a sus olores, a sus colores, a pesar de que están a miles de kilómetros de distancia… Agradezco públicamente a Natasha por su hospitalidad y buenas atenciones.

mu-kiensang@pucmm.edu.do

mu-kiensang@hotmail.com

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