Encuentros
En el bulevar de los sueños rotos

<STRONG>Encuentros<BR></STRONG>En el bulevar de los sueños rotos

En el bulevar de los sueños rotos

vive una dama de poncho rojo,

pelo de plata y carne morena.

Mestiza ardiente de lengua libre,

gata valiente de piel de tigre

con voz de rayo de luna llena.

Por el bulevar de los sueños rotos

pasan de largo los terremotos

y hay un tequila por cada duda.

Cuando Agustín se sienta al piano

Diego Rivera, lápiz en mano,

dibuja a Frida Kahlo desnuda.

Se escapó de cárcel de amor,

de un delirio de alcohol,

de mil noches en vela.

Se dejó el corazón en Madrid

¡quien supiera reír

como llora Chavela!

Por el bulevar de los sueños rotos

desconsolados van los devotos

de San Antonio pidiendo besos…

Por el bulevar de los sueños rotos

moja una lágrima antiguas fotos

y una canción se burla del miedo.

Las amarguras no son amargas

cuando las canta Chavela Vargas

 y las escribe un tal José Alfredo….     Joaquín Sabina

Para transitar por el bulevar de los  sueños rotos, solo hay que vivir.   Quién no ha tenido desilusiones? Quién no ha llorado por algún amor perdido? Quién no ha añorado cosas que nunca ha alcanzado? Quién no ha atesorado sueños imposibles?

Mi amiga Ligia Minaya, desde la distancia, en una de sus correspondencias electrónicas, me hizo partícipe una interesante reflexión. Cuando la leí, me hizo rememorar la hermosa canción del siempre sorprendente Joaquín Sabina: “hoy me levanté pensando en mí, en mis años… en lo que he sido y en lo que soy, en mis amigos, mi familia, mi tránsito por el bulevar de los sueños rotos y por las estrechas calles de los anhelos rancios, pero también por la avenida de las metas alcanzadas…”

Al leer el mensaje decidí buscar las letras de la canción de Sabina, que no es más que un homenaje a Chavela Vargas, la valiente cantante que mantuvo durante su larga existencia,  la esperanza viva de una vida mejor para el mundo, a pesar que las amarguras y desilusiones de su propio bulevar de sueños rotos, invadían constantemente su existencia. 

Entonces me puse a hacer un balance de mis sueños rotos, de mi propio bulevar de desilusiones.  En términos personales, debo confesar que he tenido más realizaciones que fracasos.  O quizás, he aprendido a interpretar las dificultades como retos; y a no ver los imposibles como frustraciones, sino como aprendizajes dolorosos.

Mis mayores sueños se han roto en la realidad que he heredado, y que creo, me he esforzado por cambiar. Algunas de mis esperanzas han sido golpeadas y socavadas. A pesar de las pequeñas luces esperanzadoras que han aparecido últimamente en el horizonte mundial, no quiero hacerme muchas ilusiones. ¡Me han desilusionado tanto! Hace tiempo me rompieron a latigazos las ilusiones de un mundo de justicia y de paz. Hacer conciencia de esa realidad, no me amilana, no me enmudece, no me aprisiona para seguir luchando. Pero ver la hipocresía de los impostores, los que se dicen llevar el mensaje de bienaventuranzas, me entristece. No me envilece escuchar sus discursos, simplemente me hacen exclamar ¡Hasta cuándo tendré que soportar! ¡Hasta cuando!

Atascada en un gran embotellamiento de la avenida 27 de febrero, miré a mi alrededor. Qué me percaté?  De un adefesio urbanístico abandonado. Aquel que llaman todavía ‘Bulevar de la 27”.  El sueño  presidencial de construir un pequeño París, un diminuto Londres con su reloj nunca en hora e inspirado en la Torre Eiffel, una muestra del Times Square newyorkino, hoy es un centro abandonado como el más terrible de los Macondo. A quién le duele ver tirado el dinero de los contribuyentes de esta manera?  Todos caminamos a su alrededor y aquel parque, otrora interés presidencial, se deteriora ante la mirada inclemente de todo el mundo, principalmente de las autoridades.

Leí recientemente el comunicado de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios, ANJE, indicando el sitial vergonzoso en que se encuentra la educación dominicana.  Se sigue hablando, se sigue diciendo que es una prioridad, y de nuevo, las palabras son vacías.  Me pregunto, qué nos deparará el futuro?

Quisiera que la juventud tomara la antorcha de las ilusiones.  Pero a mí alrededor encuentro  jóvenes sometidos a grandes presiones para laborar sin descanso en el éxito económico.  Durante varios  años he compartido con muchos jóvenes que en sus tiempos mozos pensaban transformar el mundo. Hoy los he visto engordar, afanarse en sus ambientes laborales y abandonar para siempre sus ideas e ideales. Entonces?

Perdonen por estas palabras de melancolía, rabia y frustración.  En el devenir de la vida, sentir tristeza es también un momento importante. Nos recuerda que debemos mantener viva la alegría y la esperanza.

mu-kiensang@pucmm.edu.do

mu-kiensang@hotmail.com

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