A un año y medio para las elecciones presidenciales en Brasil, las encuestas impulsan al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha comenzado a mover las fichas del ajedrez político para apartar del poder a su principal rival, Jair Bolsonaro, en horas bajas.
La popularidad del líder de la ultraderecha pasa por su peor momento desde el inicio de su mandato, el 1 de enero de 2019, y su popularidad ha caído seis puntos porcentuales en tan solo dos meses, hasta el 24%, de acuerdo con una encuesta divulgada por el instituto Datafolha.
La disminución del apoyo a Bolsonaro se da en plena segunda ola de una pandemia que deja ya cerca de 430.000 muertos y en momentos en los que una comisión parlamentaria investiga la errática gestión de la crisis sanitaria por parte de su Gobierno.
El sondeo de Datafolha, uno de los principales institutos demoscópicos del país, ha encendido una señal de alerta entre los aliados del Gobierno, especialmente tras dibujar un escenario poco halagüeño para las elecciones de 2022.
Lula obtendría una amplia ventaja en la primera vuelta de los comicios presidenciales (41 %) y se impondría en el segundo turno con el 55 % de los votos frente a Bolsonaro (32 %), cuyo índice de desaprobación se encuentra actualmente en el 45 %, un punto porcentual más respecto a marzo.
El 54 % de los encuestados admitió que no votaría por Bolsonaro bajo ninguna hipótesis, frente al 36 % que rechaza firmemente el nombre de Lula.
Se trata de la primera gran encuesta de intención de voto desde la anulación de las condenas del líder progresista, hace poco más de dos meses.
El Tribunal Supremo anuló 4 juicios que cursaron contra Lula en tribunales locales de Curitiba por un conflicto de competencias y decidió que las causas deberán reiniciarse en juzgados federales, por lo que dejó sin efecto las penas de casi 26 años de cárcel que pesaban contra él.
Tras la anulación de las condenas, Lula, de 75 años, recuperó sus derechos políticos, que habían sido anulados en 2018 tras ser condenado en segunda instancia por corrupción, lo que le impidió ser candidato en las elecciones de ese año.
Bolsonaro venció entonces en la segunda vuelta con el 65 % de los votos al candidato progresista Fernando Haddad, delfín político de Lula, quien llegó a pasar 580 días en prisión por corrupción.
LULA MUEVE FICHAS ANTE UN BOLSONARO DEBILITADO
Aunque todavía no ha confirmado su candidatura, el exlíder sindical ha dado nítidas señales de que intentará arrebatar la presidencia a Bolsonaro en las elecciones del próximo año y las encuestas juegan de momento a su favor.
Lula, un animal político con vasta experiencia a la hora de tejer y destejer alianzas, ha comenzado ya a buscar apoyos de cara a 2022. Para ello se desplazó la semana pasada hasta Brasilia, donde se reunió con diputados de todo el arco partidario, excepto la derecha y la ultraderecha.
El expresidente, quien ya ha sido inoculado con las dos vacunas anticovid, confía en embarcarse en una gira por todo el país cuando amaine la pandemia con el fin de recuperar el terreno perdido durante el tiempo que pasó encarcelado y posteriormente confinado por el coronavirus.
La encuesta Datafolha confirmó el protagonismo de Lula entre las clases más pobres de la población, a las que el mandatario brasileño ha intentado aproximarse en el último año con la distribución de un subsidio para paliar los efectos de la pandemia, el cual ha reducido este año pese al agravamiento de la crisis.
Un día después de la divulgación del sondeo, Bolsonaro visitó este jueves el estado de Alagoas, en el nordeste de Brasil, un fortín electoral del Partido de los Trabajadores y donde su rechazo es mayor.
El jefe de Estado no hizo ninguna mención directa a los sondeos, pero en sus redes sociales publicó un video en el que aparece dándose un baño de masas ante cientos de personas que le esperaban a su llegada al aeropuerto de Maceió, capital de Alagoas.
En su breve intervención, Bolsonaro cargó contra la comisión parlamentaria que investiga la gestión de la pandemia por parte del Gobierno y afirmó que “tan solo Dios” le sacará de la Presidencia.
“Solo Dios me quita de esta silla”, afirmó.