Encuestas: ¿Ciencia, artesanía  o charlatanería?

Encuestas: ¿Ciencia, artesanía  o charlatanería?

Siento mucha vergüenza ajena por la poca credibilidad que tienen hoy día las encuestas en nuestro país. Se hubiese esperado que con tantas encuestas “de marca”, habría mucha coincidencia entre ellas, por ser “científicamente realizadas”.

Imagine usted que el centro meteorológico de Puerto Rico pronostique que el huracán entrará por Barahona, y el de Miami diga que es será por La Romana… Cualquiera se estará preguntando si las encuestas son un asunto de ciencia, artesanía barata,  o pura charlatanería.  La incredulidad  se ha generalizado al extremo de que la gente anda en las calles haciendo sus propias “encuestas”.

Algunas de las recién publicadas hasta desafían a las demás, ponderando sus metodologías o el gran tamaño de sus muestras. Hablan de los errores probabilísticos con la  “seguridad” del dueño de la ruleta estocástica, como si ellos y sus entrevistadores no fuesen susceptibles, además,  de cometer los más de veinte tipos de errores humanos posibles en el terreno, desde mala selección y  pobre entrenamiento del personal, hasta todos los “errores” que cada entrevistador o supervisor puede  cometer en terreno de su cuenta (malas mañas aparte).

Se olvida que siendo muestras probabilísticas, estas pueden acertar a la perfección y tener gran aproximación a lo que el total de electores piensa o dice; o malamente, obtener por azar más de los que en realidad piensan votar por Juan y menos de los que lo piensan hacerlo por Pedro; y esto puede suceder así independientemente de que la encuesta se haya hecho con la metodología, las técnicas y las logísticas correctas y con  gentes bien entrenadas.  Definitivamente, las encuestas no son para contender entre “las marcas”, aunque así las use el tigueraje político, ni son para predecir resultados electorales.

Son retrato de un momento. Tampoco influyen tanto en los votantes como algunos suponen. Lo de las probabilidades es menos fácil de entender. Pues no deja de ser una especie de milagro que con solo entrevistar a mil se puede saber aproximadamente lo que piensan 5 o 100 millones. Pero hay quienes exigen a las encuestas mayores milagros,  y cada bando ora y apuesta a su milagrero  favorito. Pienso que Dios inventó las probabilidades para intervenir subrepticiamente, detrás del juego de “la suerte”, para favorecer a quien le plazca en determinadas ocasiones.

Probabilidad llaman los científicos a su ignorancia de los muchos factores causales que intervienen en que algo ocurra, pues, “azar” equivaldría al absurdo de que algo no tuviera causa. Personalmente, en un país tan empujado a la incredulidad y la desconfianza, donde hasta gentes decentes rumorean sin respetar honras ajenas; no me arriesgaría a “probar suerte” en estos “torneos” si no estuviese totalmente convencido de  que Dios no deja quedar en vergüenza a aquellos que esperamos en Él.  Asimismo, nuestro personal es excelente y le cree a Dios, y contamos con los miles de personas que en hogares e iglesias oran para que el Enemigo no nos robe las bendiciones.  El país necesita, y muchos merecen, encuestadores esforzados.

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