Antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos del año 1948, las principales encuestas daban una ventaja de hasta 10 puntos al candidato republicano, Thomas E. Dewey, sobre el demócrata Harry S. Truman. El día de las elecciones, Truman ganó la presidencia con más de 2 millones de votos por encima de su oponente. Gran parte de las consultas de dichas encuestas se hicieron por vía telefónica.
Las encuestas forman parte de la «estadística inferencial», porque con ellas se descubren las preferencias y las tendencias de toda una población a partir de un pequeño grupo llamado muestra. La selección de este pequeño número de individuos es un proceso riguroso que, si no se cumple adecuadamente, deja de ser representativa y mostrará una realidad falsa.
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Para que una muestra del tipo aleatorio sea representativa, debe garantizarse que todos los elementos de la población tienen la misma probabilidad de ser elegidos para formar parte de ella.
Las encuestas telefónicas sufren el defecto de que no garantizan este principio por varias razones, expuestas por los maestros de estadística de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Juan Lugo y Lilian Peña.
Lo primero es que no toda la población dominicana tiene acceso a un teléfono, y si lo tienen, no todos tienen el tiempo de contestar una llamada.
El profesor Lugo explicó que otra limitación de este tipo de encuestas es que no es posible discriminar a la población total por características como sexo y edad. Así, «es posible que 40 llamadas te caigan en el mismo lugar,» añadió Lugo.
Por las razones citadas, las encuestas telefónicas son representativas solamente de esa población que tiene acceso a ese medio de comunicación.
El profesor Lugo usa el ejemplo de una clase que imparte en el interior del país con 53 estudiantes, de los que sólo 12 han tenido acceso a un teléfono para mantenerse en contacto con él durante la suspensión de la docencia por la pandemia del coronavirus.
Lilian Peña asegura que una encuesta telefónica es realmente un sondeo, porque se trabaja desde un medio al que no se sabe si toda la población tiene acceso.
Tal vez por esas mismas razones, el propio Bernardo Vega, representante en el país de la encuestadora Mark Pen Stagwell, dijo el 14 de abril que en «República Dominicana el sistema de encuestas por teléfonos no funciona porque no tenemos, como existen en otros países, listas de teléfonos por sexo, edad y ubicaciones.»
«Si usted pregunta dónde yo consigo 30 teléfonos, la mitad hombre y mujeres, no aparecen. Algo que sí sucede en otros países», añadió Vega. Bajo esos argumentos, el economista desmintió rumores de que Mark Pen se encontraba haciendo encuestas telefónicas. Defendió que el tipo de encuestas que hacen ellos es «cara a cara», con las cuales suelen acertar con el resultado final de las elecciones.
En el libro Estadística básica en administración: conceptos y aplicaciones, Mark L. Berenson y David M. Levine indican que «la clave de la selección de muestras apropiadas es obtener y mantener una lista actualizada de todos los individuos o elementos de los cuales se extraerá la muestra.»
Más adelante, los mismos autores indican que «si el listado es inadecuado porque ciertos grupos de individuos o elementos de la población no estuvieran incluidos apropiadamente, las muestras de probabilidad aleatoria sólo proporcionaría estimaciones de las características de la población objetivo, no de la población real, y ocurrirían sesgos en los resultados.
Los catedráticos de la UASD no descartan que los resultados de Mark Pen Stagwell estén cerca de la verdadera preferencia del electorado, pero sugieren mirarla con reservas, porque, al tratarse de un sondeo, carecen de la rigurosidad científica de una verdadera encuesta.