Enemigo silencioso de vidas jóvenes y desprotegidas. El dengue, enfermedad infecciosa esparcida por mosquitos, puede ser causa de muertes prevenibles de existir asistencia médica cercana para familias generalmente sumidas en insalubridad y apartadas de orientaciones para sobrellevar males con ayuda de la red de Atención Primaria muy incompleta.
La mayoría de las víctimas mortales son de edades inferiores a los quince años integrantes de una población numerosa situada debajo de la línea de pobreza.
Un ancho segmento que ya debería estar penetrada por oportunidades de entrar en contacto con la ciencia médica y con medicamentos básicos sin sumarse a filas interminables de personas que acuden a hospitales con urgencias de atención.
En la nomenclatura de la infectología existe el concepto «médico de cabecera» como primer escalón hacia las curaciones, rol que incluso puede desempeñar un profesional de enfermería apto para diagnósticos precoces que salvarían vidas allí donde la baja escolaridad induce a la automedicación y a las reacciones tardías.
En las entrañas de las masas pobres debe tener presencia el consejero de salubridad, ya que muchos pacientes mueren porque llegan con retraso a los centros hospitalarios.
Por inconsciencia o porque las puertas del sistema asistencial, apenas abiertas, no dan abasto: umbrales de tumultos para gente ya de por sí afectada emocionalmente por los quebrantos. Insuficiencia que niega universalidad al auxilio estatal de salud.