Enero, lunes del año

Enero, lunes del año

Los propósitos, siempre los propósitos. Enero sus retos, la cábala y las cabañuelas. Las tristes efemérides, también la epifanía. Aquel 4 de enero en la memoria y sin sentencia, Héctor Méndez y la leyenda. Enero, la fe, la patria. La primera columna del año, el día 7,fue ocupada por el poder judicial. La conmemoración postergó las salutaciones y deseos, los recuentos, reiteraciones y enmiendas.Postergó el comentario de las lecturas del ocio, de la visión de Roma, esa película de Cuarón que convoca y extasía. Postergó el comentario de reencuentros y despedidas, de los engarces inalienables del afecto. La exaltación de esos guiños del cariño que ocurren y motivan, como la conversación anual con Soledad Álvarez. También ocurre cuando César Pérez, lee a Aramburu durante el asueto y sabe que el texto incita el tránsito por esos puentes de la nostalgia y la militancia. César, sociólogo sibarita y digno, disidente sempiterno porque nunca ha estado en pública subasta, comenta la novela Patria, se estremece y el intercambio fluye. El académico y antiguo militante del PCD, aprendió a respetar las opiniones ajenas y ha persistido en la práctica. Todavía procede la mención de esos detalles en el estreno del año porque enero, con sus brisas frescas y sus ocasos bermellón, aún permite el inventario.Aprueba la evocación y la esperanza, la enumeración de promesas que indefectiblemente, en la mayoría de los casos, provocan angustia cuando el año acaba. Porque atormenta el incumplimiento de imposibles, efecto de la desmesura, de la ilimitada ambición o de la pereza, de la abulia que confunde aspiración con la rutina y cada día, en vez de lograr, posterga. Y es un error, porque el afán debe ser ahora. El presente es el tiempo único posible, taller para bordar aquello que será pasado y en el momento es el futuro presentido. Por eso Umbral escribe: sólo me interesa el presente porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mis días.
Enero sucede con presagios, augurios, predicciones, esa pretensión de emular a Casandra. Empeño para anunciar desastres, confabulaciones, problemas. Es el juego con lo insondable, la apuesta por la magia o el milagro. El anhelo de gratificación, aunque la molicie abrume y nada se haga para merecer. Enero,con su vendaval de afectos, torbellino que arrastra y por instantes nos hace mejores, a pesar del abrazo fanfarrón y la percepción de indicios de ese mundo idílico que se espera sin esfuerzo. Si diciembre es el viernes del año con sus excesos y atragantes, enero es el lunes, con apatía, deudas, arrepentimientos, desistimientos. Es lunes, empiece y agobio, también asombro por la responsabilidad, esa ausencia de opción para engañar la obligación y atrasar el reloj. Es el inicio de la jornada sin excusa posible. Enero con su 12 y las estrellas en la frente de unos muchachos que empuñaron ideas y fusil. No embarraron, pensaron, actuaron, se arriesgaron y perecieron. 1972, consecuencia del 1961, 1963, 1965. Valor sin estridencias, cotidiano, demostrado cuando enfrentar el poder era peligroso. La resistencia no alardeaba ni dependía de cuantos “me gusta” tuviera una tarea. Ellos, los cuatro, enfrentaron 2,500 miembros de las Fuerzas Armadas. Ellos, abandonados, en compañía de sus convicciones resistieron. Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy, Ulises Cerón Polanco, Virgilio Perdomo Pérez, con sangre escribieron su historia. Además del dolor y el respeto, el hecho develó la cobardía, el miedo, la traición, la mentira buscando lauros. Verdugos y cómplices están en el olvido, en el morral de la ignominia. La hazaña deLos Palmeros, el reconocimiento al arrojo demostrado durante aquel desigual combate, permanece.Procede recordar este lunes de enero que la ley 1-2013 declara el 12 como “Día de la Resistencia Heroica: “en honor a los hombres y mujeres que lucharon por una sociedad más justa, basada en la cultura de paz, la verdad, la justicia y el respeto de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución dominicana.

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