Enfermedades agazapadas

Enfermedades agazapadas

 PEDRO GIL ITURBIDES
Más allá del zumbido de los mosquitos, y del escozor de sus picadas, rondan parásitos, virus y bacterias que están afligiendo a gran cantidad de residentes en el país. Tienen la suerte de constituir un grupo vegetal y zoológico menos letal que dos familias de mosquitos, por lo que se les ofrece escasa atención. Sin embargo, constituyen una grave fuente de molestias, y causa de ausentismo laboral y escolar, por lo cual estamos en la obligación de combatirlos. Para quienes acuden al consultorio con diversas formas de disentería, dolores abdominales y vómitos, hay una explicación simple: un virus.

El número de casos que conoce quien escribe es tan elevado respecto de calurosas épocas anuales anteriores, que obliga a presentar el tema a la opinión pública. Mas no quiero hablar de epidemia, pues somos crasos ignorantes cuando se trata de salud. Preferimos que sean los expertos los que realicen las investigaciones de lugar y determinen los alcances de estos padecimientos. Puesto que son molestos, en adición a cualquier otra causa que les endilguemos, no debemos olvidarnos de ellos.

Supongo que pululan debido a la escasa supervisión que se ofrece al expendio de bebidas y alimentos. La empleomanía pública excede con mucho lo indispensable al sostenimiento de eficientes servicios al pueblo. Y justo por ello, son deficientes los programas dirigidos a controlar las condiciones sanitarias en las ventas de miles de artículos alimentarios.

Tampoco se ofrece una sistemática asistencia en materia relacionada con el control de vectores de muchas enfermedades transmisibles. Y la prueba al canto la hallamos, sin rebuscar mucho, en el dengue de la bulla de estos días.

El inadecuado acopio de desechos sólidos y líquidos, y la lixiviación derivada del depósito inadecuadamente manejado de los mismos, tienen que ver con la propagación de gérmenes patógenos. Otras formas de contaminación, por la reproducción de alimañas que de algún modo entran en contacto con alimentos y bebidas o sus envases, contribuyen a la reproducción de los mismos. La asistematicidad de los programas de control sanitario permite que estos padecimientos degeneren en el mal social que vivimos.

La mayor parte de estos padecimientos gástricos sufridos por infición bacterial o viral, y los males parasitarios, se combaten con medicamentos de alto costo. Algunas dolencias gastrointestinales han encontrado remedio en la imaginería popular con una infusión de zanahorias y tripas de auyama.

Advierto que es sumamente efectiva. También se ha recurrido al zumo de ajo y zanahorias. Y para los casos más benignos, a los zumos de limón y naranjas agrios. Pero no todos los pacientes se conforman con tales remedios caseros.

Algunos por afición a los patentizados o por dependencia emocional a las disposiciones médicas. Pero al margen de las acciones que en lo individual se asuman para combatir los efectos de la presencia de estos gérmenes en el organismo humano, existe una responsabilidad pública que no puede obviarse.

A quienes están llamados a cumplir esa responsabilidad hacemos el llamado, pues no están supuestos a permitir que agazapados entre políticas inciertas o esporádicamente asumidas, pervivan las enfermedades.

Algunas, como éstas que afectan estómago e intestinos, son una molestia en vez de un problema tan letal como el dengue hemorrágico. Pero surjan de las picadas de los anópheles o los aedes aegipty, o resulten de los gérmenes que se nos entregan en alimentos o bebidas indebidamente tratados o almacenados, contra estos males hay que luchar. Porque aunque nadie ha cuantificado el monto que la República invierte en los medicamentos para superar las dificultades que acarrean, lo cierto es que resultaría menos oneroso un adecuado programa de prevención sanitaria. Y nadie faltaría al trabajo o a la escuela por la vergüenza resultante de las solicitudes de permisos, cada tres minutos, para visitar el trono blanco.

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