Sesenta y dos por ciento (3,2 millones) de las 5,2 millones de muertes en las Américas en el 2004 las causaron enfermedades crónicas (en particular, enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas y diabetes) superando el promedio mundial de 60,2%.
La mayoría de estas defunciones son prematuras (es decir, menos de 70 años de edad), repercutiendo en la productividad y el desarrollo nacional. Empero, el daño generado es mayor. Al causar discapacidades y disminuir la calidad de vida, las enfermedades crónicas también implican una prolongada carga para quienes las sufren y para sus familias, aunque a menudo esto se pasa por alto.
Así, hay una estrecha asociación entre las enfermedades crónicas no transmisibles y la pobreza, por su catastrófica repercusión económica en los pacientes y sus familias y por la elevada carga que representan para los sistemas de atención de salud.
La situación empeorará antes de que pueda mejorar. Debido a cambios demográficos, sociales y económicos y a la transformación de los perfiles epidemiológicos y nutricionales de nuestros países, la proporción de defunciones atribuibles a las enfermedades crónicas probablemente aumentará durante los próximos años.
La hipertensión y el consumo de tabaco encabezan la lista de factores de riesgo de enfermedades crónicas, mientras que el sobrepeso y la obesidad constituyen un problema creciente en las Américas. Para fines de este año, el número de personas obesas de 15 o más años de edad habrá aumentado de 139 millones a 289 millones (de 25% a 39% de la población), en apenas cinco años. Se estima que actualmente hay 145 millones de fumadores en la Región.
Afortunadamente, tenemos intervenciones de comprobada eficacia para abordar el reto de las enfermedades crónicas. Tras considerar la eficacia, costo, aceptabilidad y factibilidad de algunas intervenciones, la OMS concluyó que, en los países de ingresos medianos y bajos, se podrían prevenir 40% de las muertes debidas a enfermedades crónicas poniendo en práctica una estrategia de reducción de la sal y los cuatro elementos del Convenio Marco para el Control del Tabaco de la OMS. Esto tendría un costo anual, por persona, inferior a US$ 0,40 en los países de ingresos bajos y medianos más bajos, y de US$ 0,50 a 1,00 en los países de ingresos medianos más altos (dólares de 2005).
Esas medidas salvarían 1.280.000 vidas cada año en nuestra Región, medio millón de ellas mediante el control del consumo de tabaco. Indigna que las empresas tabacaleras, persiguiendo ciegamente ganancias a corto plazo, estén demandando a países que, como Uruguay y otras naciones, solo tratan de proteger la salud y la vida de sus ciudadanos.
Por eso, el 50 Consejo Directivo de la OPS expresó el 29 de septiembre su solidaridad con Uruguay e instó a los Estados Miembros a que se opongan a los intentos por parte de la industria tabacalera o de sus grupos aliados de interferir, demorar, obstaculizar o impedir la implementación de las medidas de salud pública orientadas a proteger a la población de las consecuencias del consumo de tabaco y de la exposición al humo de tabaco ajeno. Esta acción generó amplio apoyo al país por parte de organizaciones no gubernamentales interesadas de todo el mundo.
La Cumbre de los Jefes de Gobierno de la Comunidad del Caribe sobre las Enfermedades Crónicas no Transmisibles, celebrada en Trinidad y Tobago en septiembre de 2007, fue la primera en declarar la guerra. El Secretario General de las Naciones Unidas ha anunciado la realización de una Cumbre de las Naciones Unidas sobre este tema el próximo año, que incluirá medidas concernientes a factores de riesgo como los regímenes alimentarios no saludables y la inactividad física, el consumo de tabaco y alcohol, y la planificación y el transporte urbanos.
Existe una sólida alianza entre gobiernos, organizaciones no gubernamentales, religiosas, profesionales, de pacientes y de la sociedad civil, el sector privado y la industria, comprometidas a colaborar en frenar la pandemia de enfermedades crónicas.
No importa cuán ardua sea la batalla para lograr un mundo sin tabaco, seguiremos combatiendo frontalmente todos los factores de riesgo de enfermedades crónicas que afectan nuestro desarrollo e implican una pesada carga para las familias de las Américas.
La autora es Directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).