Doctora Yanina Gil
Cardiólogo ecocardiografista, gerencia de Cardiología del HGPS
El pericardio es una membrana serosa compuesta de dos capas (parietal y visceral). El saco pericárdico normal contiene 10-50 ml de líquido pericárdico resultante de un ultrafiltrado plasmático que actúa como lubricante entre las hojas pericárdicas. Cualquier proceso patológico suele causar inflamación, con la posibilidad de que se produzca un aumento de la producción de líquido pericárdico (exudado). Un mecanismo alternativo de acumulación de líquido pericárdico puede ser la disminución de la reabsorción por un aumento general de la presión venosa sistémica como consecuencia de insuficiencia cardiaca congestiva o hipertensión pulmonar (trasudado).
El derrame pericárdico puede clasificarse según su comienzo (agudo o subagudo frente a crónico cuando dura más de tres meses); también según su distribución (circunferencial o localizado); por impacto hemodinámico (ninguno, taponamiento cardiaco, efusivo-constrictivo), o por su composición (exudado, trasudado, sangre, raramente aire o gas procedente de las infecciones bacterianas).
En particular, su tamaño, con base en una evaluación ecocardiografía semicuantitativa sencilla, puede ser como leve (< 10 mm), moderado (10-20 mm) o grande (> 20 mm).
Esta evaluación semicuantitativa también se ha demostrado útil en la estimación del riesgo de la etiología específica y las complicaciones durante el seguimiento de la pericarditis. En los últimos veinte años, se han publicado cinco grandes registros sobre las características de los derrames pericárdicos de moderados a grandes.
Una proporción significativa de pacientes con derrame pericárdico están asintomáticos y este es un hallazgo accidental e inesperado obtenido a partir de una radiografía o ecocardiografía.
La pericarditis con frecuencia es el resultado de una infección.
Causas por infección
• Infecciones virales que causan un resfriado o una neumonía, como los virus ECHO o el virus de Coxsackie (que son comunes en los niños), así como la influenza.
• Infecciones por bacterias (menos comunes).
• Algunas infecciones por hongos (infrecuentes).
La afección se puede observar con enfermedades, como:
• Cáncer (incluida la leucemia)
• Trastornos en los cuales el sistema inmunitario ataca el tejido corporal sano por error
• Infección por VIH y sida
• Hipotiroidismo
• Insuficiencia renal
• Fiebre reumática
• Tuberculosis (TB)
Otras causas abarcan:
• Ataque cardíaco
• Cirugía cardíaca o traumatismo en el tórax, el esófago o el corazón
• Ciertos medicamentos, como procainamida, hidralazina, fenitoína, isoniazida y algunos fármacos empleados para tratar el cáncer o inhibir el sistema inmunitario.
• Hinchazón o inflamación del miocardio
• Radioterapia del tórax
Síntomas. El dolor torácico casi siempre está presente.
• Puede sentirse en el cuello, el hombro, la espalda o el abdomen.
• Con frecuencia, aumenta con la respiración profunda y al acostarse en posición horizontal. También puede incrementarse con la tos y la deglución.
• Puede ser agudo, punzante.
• A menudo se alivia sentándose derecho y recostándose o inclinándose hacia adelante.
Se pueden presentar fiebre, escalofríos o sudoración si la afección es causada por una infección.
Otros síntomas pueden abarcar:
• Hinchazón de tobillos, pies y piernas
• Ansiedad
• Dificultad respiratoria al estar acostado
• Tos seca
• Fatiga
Predictores de mal pronóstico
• Fiebre mayor de 38º.
• Inicio subagudo.
• Derrame pericárdico importante.
• Taponamiento cardiaco.
• Ausencia de respuesta a la aspirina o a los aines después de al menos un semana de tratamiento.
Menores
• Miopericarditis.
• Inmunosupresión Traumatismo.
• Tratamiento con anticoagulantes.
Síndromes pericárdicos. Defectos congénitos del pericardio. Entre los defectos congénitos del pericardio (1/10.000 autopsias) se incluyen la ausencia de pericardio izquierdo (70 %) o derecho (17 %), o la más infrecuente, ausencia total del pericardio.
En el 30 % de los casos se observan alteraciones congénitas adicionales. La mayoría de los pacientes con ausencia total de pericardio están asintomáticos.
Pericarditis aguda. La pericarditis aguda puede ser seca, fibrinosa o efusiva, independientemente de su etiología. Síntomas como fiebre, mal estado general y mialgia son comunes, pero en los pacientes ancianos puede no aparecer la fiebre.
Los síntomas principales son la presencia de dolor retro-esternal o localizado en el hemitórax izquierdo en la zona precordial (con irradiación hacia el borde del trapecio; puede ser de características pleuríticas o simular una isquemia (trastornos coronarios) y variar con la postura) y la sensación de falta de aire. Puede haber derrame pleural.
En general, la frecuencia cardíaca es rápida y regular. La alternancia eléctrica y el bajo voltaje son reversibles tras la extracción del líquido pericárdico.
El ecocardiograma aporta datos esenciales para la detección del derrame y la afectación del corazón o los órganos cercanos a este.
La peri-miocarditis se refleja por la presencia de una afección global o segmentaria cardíaca, elevación de las troponinas T e I y de la isoenzima MB de la creatincinasa (CK-MB), la mioglobina y el factor de necrosis tumoral, pero sólo la biopsia endomiocárdica o epimiocárdica es diagnóstica.
Pruebas diagnósticas y secuencia de realización en la pericarditis aguda
La hospitalización está justificada para realizar un diagnóstico etiológico, descartar la presencia o la evolución hacia taponamiento y para valorar el efecto del tratamiento.
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) son el pilar del tratamiento. La indometacina se debe evitar en los pacientes ancianos, ya que produce reducción del flujo coronario. El ibuprofeno se prefiere, porque tiene menos efectos secundarios, por su efecto favorable sobre las arterias coronarias y por el mayor rango de dosis.
Inicialmente se pueden utilizar dosis de 300-800 mg cada 6-8 horas, según la severidad de la afectación y la respuesta del paciente, y se pueden mantener durante días o semanas o, idealmente, hasta que haya desaparecido el derrame.
Se debe utilizar protección gástrica.
La colchicina (0,5 mg/12 h), bien como monoterapia o asociada a los AINE, es eficaz para la terminación del ataque agudo y la prevención de recidivas. Es bien tolerada y tiene menos efectos secundarios que los AINE.
Los corticoides deben limitarse a las enfermedades del tejido conectivo y a las pericarditis urémicas o autorreactivas. La aplicación intrapericárdica es muy efectiva y evita los efectos secundarios sistémicos. Para hacer posible la reducción escalonada de los corticoides, el ibuprofeno y la colchicina deben iniciarse precozmente. Se debe realizar el seguimiento de los pacientes que se han recuperado, ya que hay riesgo de recurrencias o de aparición de constricción.