Enfoque del Fondo Monetario sobre la economía

<p>Enfoque del Fondo Monetario sobre la economía</p>

José  Luis  Alemán  S.J.
Muchos tendemos a achacar a factores externos nuestros pequeños y grandes fracasos. Esta focalización externa del origen de nuestras deficiencias  no la podemos explicar satisfactoriamente como mecanismo de defensa social frente a potenciales o actuales críticas. Probablemente nace también de la necesidad subjetiva pero muy generalizada de mitigar la sensación de impotencia ante una meta propuesta no alcanzada. De una u otra forma, o de las dos, la focalización externa suele ser un alibio de nuestras debilidades.

  Un ejemplo evidente lo encontramos cuando hablamos del FMI como responsable de las consecuencias de una conducta social equivocada o precipitada. Aunque todos sabemos que la causa histórica de varios de nuestros  problemas nacionales reside en el recurso de los gobiernos  a préstamos externos o internos para mantener nuestro estilo de vida, digamos mejor nuestros hábitos de consumo por recientes que sean, nos inclinamos a atribuir al FMI en bloque todos nuestros males sin distinguir entre causas y consecuencias.

  La verdad simple y pelada es que el Fondo está aquí porque tuvimos que recurrir a él y porque nuestra situación financiera amenazaba quiebra o default. Tenemos que aprender a enfocar nuestras calamidades como lo que en buena parte son: resultado de fuerzas endógenas  de la sociedad que presionan a los Gobiernos a buscar préstamos que dilaten la hora de la verdad.

 Landes, famoso historiador económico de la Universidad de Harvard, nos da un buen consejo: “La teoría de la dependencia ha florecido en América Latina… Los cínicos pueden llegar a decir que ha sido nuestro más exitoso producto de exportación. Es, sin embargo, mala para el esfuerzo y para la moral. Al fomentar una  morbosa propensión a buscar culpabilidades en cualquiera excepto en nosotros mismos promueve la impotencia económica. Aun si fuese verdadera sería mejor empacarla fuera”. Buscaré culpas afuera y adentro.

1. El problema económico dominicano visto por el Fondo

1.  Para el Fondo nuestro sorprendente historial de éxitos medidos por la engañosa vara del crecimiento del producto es insostenible porque lo es nuestra deuda externa. Nuestro crecimiento económico obedece a que los préstamos y la inversión directa extranjera nos han permitido invertir más allá de nuestro ahorro nacional. Si el monto de la deuda sobrepasa 30% del PIB, y lo hace holgadamente, difícilmente podremos pagarla y difícilmente la famosa comunidad financiera internacional nos prestará o invertirá  aquí. En FMI ve en la elevada razón deuda / producto la causa de la crisis financiera porque atraviesa el país y cree que así opinan inversores extranjeros.

 Resumiendo: o bajamos nuestra deuda a no más del 30% del producto o nos adentramos en el inhóspito mundo de los países que rehuye la inversión extranjera y que se ven amenazados por una fuga masiva de capitales extranjeros y nacionales.

Hecho el diagnóstico la tarea que tendríamos que emprender es la reducción de la deuda. No hablamos de una meta a largo plazo humanamente satisfactoria sino de una necesidad perentoria en cuya solución habrá, eso sí, que tratar de no empeorar la mala distribución del ingreso,  de la riqueza y de las oportunidades. Después podremos y deberemos orientar nuestra economía a la formación de una sociedad más justa. Ahora lo imperativo es sanear la economía reduciendo la deuda. El diagnóstico y la terapia  se asemejan a la del cirujano ante la enfermedad de un paciente grave: o lo opera o empeora.

La única manera de reducir el déficit es una reforma fiscal de tal  envergadura que a partir del año entrante y durante 8 años más el Gobierno obtenga un superávit fiscal primario (que no tenga en cuenta flujos de intereses y de capital) que permita la amortización del exceso de deuda, es decir que ésta no supere el 30% del producto.

  Las reformas fiscales debieran modificar la cuantía y la composición de impuestos y de gastos públicos. Parece que el Fondo propone más impuestos y menos subsidios a la electricidad y al gas por estimar que éstos últimos favorecen primordialmente a los ciudadanos más ricos o por lo menos no a los más pobres. Con el monto ahorrado de estos subsidios y lo recaudado por más altas tasas impositivas el Gobierno podría aumentar los gastos sociales sobre todo en educación y salud y disminuir la deuda fiscal y cuasi fiscal.

Sin duda el Fondo tiene en cuenta los intereses del mundo financiero porque ya  hasta sus mismas operaciones dependen de la compra por ellos de sus bonos. Tampoco olvidemos que necesariamente los representantes y ejecutivos del Fondo cultivan por razones obvias  buenas relaciones con los Gobiernos  lo que los puede hacer bastante complacientes con sus inobservancias de acuerdos previos. Por estas razones su capacidad de influir decisivamente sobre las políticas no es absoluta. El lema es negociar más que imponer.

a) Si de la posición del Fondo respecto al país pasamos a su posibilidad política o conveniencia técnica  acepto que aunque el diagnóstico es correcto tengo dudas sobre un elemento aparentemente básico de su terapia, el cese o focalización radical de los subsidios eléctricos, y me parece que  otros dos elementos,  aumento de impuestos y orientación del ahorro en subsidios a salud, educación y pago de la deuda deben estar vinculados entre sí de forma explícita en cualquier carta de intención entre el Fondo y el país.

b) La lógica económica y social del Fondo para reducir sustancialmente los subsidios sería buena si la supresión de los subsidios diese por resultado un cobro fundamentalmente mayor de la generación servida de modo que las distribuidoras cubriesen todos sus costos operacionales incluyendo depreciación, deuda y ganancia. En su ausencia los apagones se multiplicarían.

  Los subsidios representanmás  del 40%de esos costos. En un ambiente nacional caracterizado por fraudes y robos impunes, de  incapacidad financiera de buena parte de la población para  pagar  la energía y de la conciencia de que existen bienes meritorios  como un mínimo de energía al  que todo  ciudadano  tiene  derecho, independientemente de sus ingresos, se me hace inverosímil una recuperación tan alta de costos vía mercado.

Con frecuencia los no economistas consideran inhumano que las empresas no  se contenten  con  cubrir sus  costos  renunciando a la  ganancia.  Se olvidan de que  sin nuevas  inversiones más allá del  mantenimiento no hay ni estímulo ni fondos para invertir en adelantos  tecnológicos o en  nuevas  plantas que bajen  los costos  de

producción. Algún gerente de plantas productores de energía me ha  expresado  su  temor por el futuro del sistema energético del  país enuna situación  de ya creciente renuencia a mayores inversiones.

c) La falta de conexión entre mayores ingresos y reorientación social y financiera de los gastos públicos tiene que ver con la creencia de que todo aumento de ingresos disponibles del Gobierno será usado por éste en más gastos de nómina o en inversiones no prioritarias. Desgraciadamente la experiencia de anteriores reformas sugiere esa hipótesis.

 Sin un compromiso público, oficial y supervisado no  existe garantía alguna para semejante reingeniería social del gasto público. Definitivamente sin muestras de austeridad visible de la administración pública la resistencia a los impuestos será mucho mayor de la general nacida de perdida de ingreso disponible por los ciudadanos. Se da algo así como el sentimiento de que el “pacto” social Gobierno-sociedad se está violando.

2.Y sin embargo  se mueve

a)  Se cuenta de Galileo que después de aceptar a regañadientes la condena por el Santo Oficio de su teoría sobre el movimiento de la tierra alrededor del sol en vez de suponerla quieta y el sol a su alrededor murmuró: “sin embargo se mueve”.

 La crítica a la terapia del FMI podría ser respondida por éste con la frasecita de Galileo que en español significa “pero tengo razón” o, más educadamente. “deme una alternativa”. Ciertamente en políticas económicas no basta rechazar una propuesta sin proponer  otra distinta y someterla a riguroso examen.

 Creo que el FMI tiene demasiada razón en  su diagnóstico: República Dominicana, como muchos otros países, peca de haber querido mantener a base de préstamos externos un nivel de consumo creciente cuando lo imposibilitaban la coyuntura externa de la economía global (precios del petróleo) o  una crisis de la banca comercial que amenazaba ser sistémica. A corto plazo la amortización de esos préstamos es cuestionable en un país tan dependiente de la coyuntura económica mundial.

  El sujeto arriba mencionado, “República Dominicana”, significa en ese orden  y más concretamente sociedad civil y gobierno. Nuestra sociedad vive todavía los primeros tiempos de  apasionada convivencia con el consumo y por eso presiona al Gobierno a mantener un ritmo de crecimiento compatible con el deseo de mejorar y se resiste a impuestos que disminuyan su ingreso disponible. Los gobiernos elegidos por la sociedad caen y resucitan con el aumento del consumo. En esa situación cualquier arbitrio -financiamiento por el Banco Central, préstamos externos- para mantener e incrementar la mejoría económica parece  preferible a la austeridad.

Si pretendiéramos ser más concretos al señalar los grupos sociales de la sociedad que más empujan al Gobierno a este endeudamiento respondería que son las clases medias ascendentes, sobre todos quienes van escalando su ascenso en base a contratas públicas de toda índole.

b) Sin embargo son los Gobiernos, léase funcionarios electos o designados, cuya posición depende de su mantenimiento en el poder quienes se muestran más renuentes a la disminución o incluso diversificación del gasto público. La combinación conjunta, a veces inconsciente, de clases medias trepadoras y de funcionarios y políticos en el poder motoriza la demanda de préstamos en tiempos difíciles que preparan la crisis futura de liquidez.

c)No basta identificar los determinantes  de la demanda; precisamos

también señalar los de la oferta de préstamos externos. Como introducción recordemos la cuantía formidable de liquidez internacional de muchos gobiernos asiáticos exitosos (China, Indonesia, Japón, Corea, etc. con reservas internacionales combinadas de más de un trillón de dólares), de sindicatos bancarios capaces de financiar inversiones de 30,000 millones de dólares a favor de una empresa española de tamaño intermedio a nivel mundial para adquirir la administración de los principales aeropuertos de Inglaterra, de una legión apocalíptica de millonarios en busca de inversiones rentables aunque riesgosas y de silenciosos pero evidentes lavados de dinero en busca de buen detergente de ilegalidades.

  Curiosamente los gobiernos más exigentes en el reclamo de pago de préstamos han facilitado esas montañas de liquidez a través de desregulaciones en nombre de la libertad de empresa y de  desmontes de impuestos a los quintiles más ricos de su población “para asegurar el ahorro y la inversión”. En su protección de la riqueza  de los más ricos y para evitar distraer fondos presupuéstales en favor de cuotas para el FMI o el Banco Mundial han aceptado que estas organizaciones multinacionales se financien a través de flotar bonos cuya redención está bastante asegurada por el mismo FMI que interviene en momentos de crisis para imponer disciplina.

La abundancia de liquidez internacional y la garantía de último riesgo delFMI  dan como consecuencia la oferta de préstamos con mínima garantía comercial o soberana. A mayor riesgo mayores intereses. A la larga quien presta suele ganar.

 d)  A pesar de todo: se mueve. El FMI,  y dicho sin ironía, tiene razón: quien toma prestado en un mundo internacional regulado o acepta sus normas o tiene que dejar de vivir del préstamo. Este es el dilema que enfrentamos y que en la práctica hay que leer como o te haces acreedor de la confianza de los mercados financieros o vives sin préstamos; solamente que vivir sin préstamos significa o mayor austeridad (y entonces ¿por qué no arreglar por mediación del Fondo nuestra insolvencia?) o seudofinanciamiento por emisión monetaria del Banco Central que  a corto plazo implica más altos precios, mayor desigualdad  e igual austeridad. Tarde o temprano terminaremos en austeridad y tendremos por mayor pobreza que aceptar más onerosas condiciones.

Definitivamente de la austeridad no nos libra nadie.

2. Austeridad compartida

Esa austeridad, sin embargo, puede ser de dos clases: austeridad para los contribuyentes en cuanto tales o austeridad compartida: para contribuyentes “puros” y para el Gobierno.

Ambos en un juego no cooperativo buscamos austeridades unilaterales. La posibilidad de un juego cooperativo “más y más” o al menos de suma cero depende de la credibilidad del Gobierno más que  del acatamiento, hoy inevitable pero mañana “veremos en las elecciones”, de los contribuyentes. En última instancia el Gobierno debería presentar la opción de mejores servicios públicos de salud, escuela, electricidad y mantenimiento a cambio de mayores impuestos que nos permitan soluciones sostenibles de financiamiento externo.

  Imposible, a estas alturas del juego creer que el impasse que vivimos se pueda arreglar sólo con mayores impuestos sin que el Gobierno y sus simpatizantes tengan que renunciar a las delicias de inversiones y salarios a favor de los suyos y sólo de los suyos. Hace falta que recordemos que el ideal al que hay que aspirar es el bien común de todos los sectores de la sociedad.

 Corre el Gobierno el peligro de obligar a quienes formamos la sociedad  una austeridad unilateral.  El arreglo forzoso de los problemas sociales se asemeja al de malos mecánicos que fuerzan acoplamientos de piezas dispares de una maquinaria. No arreglan nada y preparan una reparación futura más costosa.

  No nos engañemos ni achaquemos al Fondo lo que en esencia no es su culpa sino la nuestra, por comprensible que ésta sea. El problema financiero dominicano es real y sin austeridad compartida las soluciones serán insatisfactorias y frustrantes. Buscando causas internas de nuestros problemas tenemos que confesar que están más en nosotros que en otros, o por lo menos también en nosotros.

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