Enfrentamiento entre Trujillo y su hijo Ramfis

Enfrentamiento entre Trujillo y su hijo Ramfis

Con ocasión del 28 cumpleaños de su hijo Ramfis, Trujillo celebró una pomposa fiesta en la casa de Caoba, de San Cristóbal, amenizada por la orquesta Generalísimo Trujillo (Santa Cecilia), dirigida por el maestro Luis Alberti.

Se bailó música suave y se sirvió un exquisito buffet. El Jefe estaba en el centro de la mesa, y su hijo, el general de tres estrellas Rafael L. Trujillo hijo, estaba en el extremo izquierdo. El jefe de Estado Mayor de Aire, Mar y Tierra, lo mismo que los demás presentes, esperaban el discurso de dedicatoria de la fiesta de cumpleaños.

Cuando el dictador comenzó a hablar se produjo un instantáneo cambio de actitud entre los presentes, incluyendo a Ramfis, que hacía esfuerzos por mostrarse sereno. Según narra el Dr. Mario ReadVittini, en su libro “Trujillo de Cerca”, y que para la ocasión presidía la Junta del Partido Dominicano, en San Cristóbal, Trujillo comenzó su intervención así: “Señores:

Nos encontramos reunidos aquí, esta noche, para celebrar la entrada en la vida viril de mi hijo mayor, Ramfis.

Con este motivo ustedes tienen razón para pensar que yo soy un padre feliz…Pero yo tengo que confesar que no es así. Que mi hijo Ramfis no es el hombre que yo esperaba y hubiera deseado. Que él no es el hombre calificado, porque no reúne las condiciones necesarias para recibir el legado que algún día le corresponderá”.

Hizo una breve pausa y se pudo observar que el rostro de la gente se había transformado y los presentes tenían una mirada vaga, para que no se les pudiese considerar que estaban en desacuerdo con lo que decía el Jefe, salvo Ramfis, cuyos ojos se encendían en un furor intenso, dominado por su disciplina militar.

Más adelante el generalísimo repitió: “Mi hijo Ramfis no es el hombre que yo esperaba, el hombre que yo hubiera deseado, porque él no será capaz de responder al importante legado que alguna vez le corresponderá recibir. Ustedes podrán pensar que yo estoy equivocado, o que yo soy injusto, por las apariencias de su posición.

Pero no es así, yo me he tomado muy especial cuidado de examinar su conducta, de probar su carácter desde que era un niño y de observar sus actitudes y sus reacciones, y estoy seguro de que no me equivoco, que estoy convencido de que él no sabrá hacerse digno de las responsabilidades que alguna vez habrán de tocarle.

Y yo, no podía dejar de manifestarle esta justificada creencia mía en la hora en que entrando en la edad viril, aunque sin esperanzas de que su actitud cambie, ni su carácter se fortalezca”.

“Créanme que es muy penoso decirle estas cosas a Ramfis, el día de su cumpleaños, pero me traicionaría a mí mismo si no le hago saber, en presencia de ustedes, la convicción que tengo de que él no sabrá responder al llamado de la historia”. Cuando terminó su exposición, Trujillo puso el micrófono con un fuerte golpe sobre el pedestal.

Acto seguido el joven general tomó el aparato y contestó:
“Señores: Ustedes acaban de escuchar lo que ha dicho mi padre. Solo él pudo haber dicho lo que dijo, sin recibir el peso de mi reacción.

Solo él puede juzgarme de esa manera sin que yo le corresponda como sería de rigor. Pero mi padre me ha juzgado mal, porque mi padre está equivocado. Y está equivocado, porque mi padre no me conoce.

Porque nunca me dio la oportunidad de tener una verdadera relación de padre a hijo con él; porque nunca pude acercarme lo necesario a su persona, porque siempre estuvo muy ocupado y él no pudo conocer mi verdadero carácter, porque nunca se relacionó conmigo como lo hace cualquier padre con su hijo. Por eso, él no puede tener una visión clara de quien soy y como soy.

El no conoce mi carácter ni mis condiciones personales. Por eso él dice que yo no seré capaz de manejar con dignidad el legado que él me deje, pero ustedes me serán testigos, el día en que la historia me llame, de que yo si sabré hacerme digno del gran legado de gloria que mi padre me deje”.

Trujillo tomó el micrófono de nuevo y cuestionó algunas de las expresiones de su hijo, y con un acento de total y penosa convicción.

Dijo: “¿Ustedes lo oyeron?… ¡Qué más quisiera yo que fuera como él dice…! ¡Qué más puede querer un padre como yo, de que mi hijo mayor fuera así…!.. El hombre de mi casa es “Le Vagabond” (así llamaba el dictador a su otro hijo Radhamés). Antes de la segunda intervención de su angustiado padre, el general Trujillo hijo había abandonado el salón.

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