Enfrentarlos a su propia legalidad

Enfrentarlos a su propia legalidad

HAMLET HERMANN
En los albores de la formación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Juan Bosch buscaba el nicho político que pudiera respaldar su pensamiento de esa época. Recién había abandonado el Partido Revolucionario Dominicano con un pequeño grupo de incondicionales seguidores.  Don Juan se había declarado incapaz de que el PRD que él fundara mantuviera en alto la bandera de la revolución democrática.

La posición de centro-derecha que representaba lo que atrás había dejado no podía ser asumida de nuevo luego del rompimiento.

Buscando espacio político, el escritor y político había estado tratando desde entonces de forjarse una imagen de “izquierda” moderada, añadiendo a su repertorio una retórica con tintes marxistas. En la búsqueda del nicho de centro-izquierda provocó acercamientos en el extranjero con países que trataban de construir una modalidad de socialismo llegando hasta el punto de visitar algunos de éstos. Sin embargo, Bosch se empeñaba denodadamente en distanciarse de toda aquella organización de izquierda nacional que todavía tuviera rastros de pólvora en sus discursos o en sus acciones.

En la derecha nada tenía Bosch que buscar. Aquel nicho era de Balaguer y nada más que de Balaguer. Reconoció que el entonces Presidente de la República era su real adversario. También comprendía que con éste el enfrentamiento era más difícil porque se salía del campo retórico y el precio a pagar por ser opositor firme a Balaguer era muy alto. Bajo los gobiernos reformistas los dominicanos eran asesinados impunemente o desaparecían sin dejar rastros visibles. Dado el carácter autoritario de sus gobiernos, la fuerza era utilizada para resolverlo todo. Pero Bosch nunca fue dado a tomar riesgos mayores ni a ejercer sacrificios sublimes. Así que Balaguer no sería enfrentado con la fuerza sino con discursos y una que otra política que pudiera calar en el seno del pueblo.

Fue entonces cuando el líder del entonces flamante PLD concibió una táctica que le permitiría mantener vigencia mientras ganaba adeptos. Esa política circunstancial fue la de “enfrentar a Balaguer con su propia legalidad”. Ya que el PLD no auspiciaba movilizaciones ni protestas que pudieran ser reprimidas por las bandas balagueristas de civiles y militares, la intención sería la de exigir de los funcionarios el cumplimiento de las leyes. La idea fue muy buena pero el PLD no pudo desplegarla con la intensidad que hubiera hecho a Balaguer modificar su actitud represiva. La violencia y la corrupción siguieron reinando en el ámbito gubernamental aunque el concepto de enfrentarlo a su propia legalidad pudo haber sido válido y oportuno…

Pero ¡Oh ironía de la vida! No bien la historia gira medio ciclo, el dedo que antes apuntaba hacia Balaguer gira 180 grados y el origen de entonces se convierte en el destino de ahora. En estos finales del año 2005 hemos podido apreciar cómo la población protesta y se queja ante los megaproyectos gubernamentales que, a todas luces, no se corresponden con las necesidades ni con el momento histórico. A falta de transparencia en el quehacer de los organismos oficiales, la pérdida de credibilidad ha sido total. Sólo la imagen del presidente Leonel Fernández se mantiene todavía a niveles aceptables. Fuente del descrédito es la indiferencia gubernamental expresada a través de la arrogancia de los funcionarios que creen estar por encima de las leyes y los procedimientos. La sordera prepotente y el apetito voraz por las cosas hacen que la indignación crezca, quizás poniendo en peligro hasta la estabilidad social. El procedimiento de las pancartas frente al Palacio Nacional, las velas encendidas en los barrios afectados, las vigilias sectoriales, los comunicados y las declaraciones de prensa ya no surten efecto alguno. Una mentira grande y otra chiquita ante la televisión, multiplicada por las cloacas de los medios de comunicación parecen bastar para seguir con las megaobras.

Los millares de afectados por la improvisación y el despilfarro de los fondos públicos parece que tendrán que acudir a los tribunales de la República para que cada funcionario tenga que enfrentarse a su propia legalidad. Y cuando la Justicia tenga que asumir la responsabilidad de evaluar las demandas populares al margen de la politiquería y de la histeria electoral del partidaje, de seguro que veremos cómo se frena la dilapidación del erario. Y entonces, sólo entonces, los arrogantes, voraces e indiferentes funcionarios sabrán que su líder tenía la razón: nada hay más efectivo que enfrentarlos con su propia legalidad. Para que sea la justicia la que ponga freno a lo que muchos vemos venir y no queremos sufrir.

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