Los dominicanos, que supuestamente acudiremos a votar el próximo 16 de mayo, estamos sumergidos en el pozo del desencanto por la inefable y podrida clase política que domina el espacio de las acciones democráticas para gobernarnos.
La mala suerte de estas elecciones, y buena para los políticos, es el atractivo de un período de seis años que ha desatado toda clase de apetencias y maniobras personales por la avidez para entrarle a dos manos a los recursos públicos que estarán disponibles desde agosto del 2010 hasta agosto del 2016.
Los políticos, desde toda la vida republicana, y en especial desde 1962 con el inicio de la vida democrática, han engañado al país con tan mala suerte, que los pocos líderes que hemos tenido han debido plegarse a esa enjambre de políticos oportunistas que azotan todo lo que se pone en sus manos para disfrutar de una prosperidad increíble y sin ningún tipo de rubor que pudiera hacerlos más comedidos.
Los políticos han engañado y frustrado al país. A casi 50 años después del inicio de la vida democrática, solo queda el desengaño y la resignación frente a una manada de seres humanos, que cobijados a la sombra de un político a quien todavía se le creía o se le cree en su buena fe, han accedido al poder para convertir la estructura estatal en una maquinaria corrupta, destinada a tan solo ser un instrumento personal de asegurarse el futuro, sin esperar ninguna consecuencia penal.
Hay un sentimiento de frustración y de rabia reprimida en los dominicanos frente a sus políticos, a quienes aceptan por la abundancia de dádivas que hacen en estos períodos de campaña, que van desde masivos programas de reparación de calles y carreteras hasta atraer más gentes con los programas sociales de Solidaridad.
Pero los que están en la oposición no se quedan atrás. Despilfarran los ayuntamientos en sus manos, no renuncian al barrilito para poder hacerles competencia a los candidatos oficialistas, que si bien supuestamente renunciaron a ese inmoral aporte hasta después del 16 mayo, uno nunca sabe de las maniobras acostumbradas que hacen los funcionarios oficialistas, que dominados por la prepotencia y el engreimiento, engañan al pueblo pasándole por encima a la opinión pública; se las ingenian para asegurarse su triunfo en mayo 16, que tendrá de frente a una ciudadanía frustrada y resignada a llevar sobre sus espaldas a una clase política corrupta, incapaz y mentirosa.
Hay desilusión de los latinoamericanos hacia su clase política.
Son varios los países que han caído en algo peor a lo que ellos repudiaron con el surgimiento de los líderes populares y mesiánicos que se creen haber sido bendecidos y guiados por los dioses para salvar a sus países.
El nuevo liderazgo popular, para llenar el vacío de la desplazada clase política corrupta, no ha podido resolver los problemas que prometieron extirpar; por el contrario, han hundido a sus países en mayor pobreza con un malgasto del dinero para proyecciones internacionales.
Aquí existe un malgasto del dinero desviado hacia los bolsillos de los políticos, cada vez más poderosos y creyentes en su impunidad y de que nunca se le tomarán cuentas de sus latrocinios.