Engañosas muertes

Engañosas muertes

En mi memoria infantil aún permanece grabada una antigua expresión popular que dice: “Hay cosas que colgando parecen bolsas”. Y es cierto, uno oye relatos que lucen verosímiles y es solamente tras un detallado y meticuloso análisis cuando notamos la falsedad de los mismos.

Se reporta el caso de un cardiópata hipertenso de 69 años, quien colapsó brúscamente en una fiesta al aire libre donde esperaban el año nuevo. El médico de cabecera certificó su muerte como debida a enfermedad cardiovascular hipertensiva. La autopsia reveló abundante sangre dentro del pecho y una bala dentro del corazón. Se trataba de otro evento fatal producto de un disparo al aire.

Recientemente en el Instituto Nacional de Patología Forense se recibió el cadáver de un ciudadano extranjero también de 69 años de edad, quien de acuerdo a su esposa padecía de hipertensión. Asegura la hoy viuda que encontró a su compañero sentado en la bañera quejándose de debilidad y mareo, por lo que procedió a llevarlo a un centro médico cercano.

A su llegada a la emergencia, el paciente se encontraba en coma y convulsionaba. La presión arterial estaba muy alta. En la tomografía se veían sendos hematomas dentro del cráneo.

El neurocirujano procedió a abrir la cabeza para retirar los dos coágulos subdurales; a pesar de ello el enfermo profundizó el cuadro de inconsciencia, siendo declarada la muerte cerebral.

El certificado de defunción emitido fue de hemorragia intracraneal secundaria a hipertensión arterial. Ya que el fallecido era extranjero y su cadáver sería trasladado al país de origen, se procedió a realizar una necropsia médico-legal. El examen externo del occiso evidenció trauma contuso severo en la cabeza y el cuello con fractura conminuta de la sexta vértebra cervical, acompañado de daño en la médula espinal y el tallo cerebral. También tenía señales de golpes en el tórax, brazo y pie. Más de cinco golpes con objeto contundente recibió en vida el fenecido.

En el primer caso había varios testigos y un médico de cabecera asegurando que esa persona cayó fulminada por un repentino infarto de miocardio.

No fue sino mediante la autopsia que el ahora difunto habló dejando constancia de que un homicida proyectil blindado había descendido del cielo, penetrándole por el hombro hasta perforarle el corazón.

En el caso nuestro, escuchamos pacientemente el relato de la ahora viuda, sin olvidar aquella máxima forense que nos aconseja: oírlo todo sin creer nada hasta verificar lo narrado.

Una cosa fue lo que contó la compañera del ahora difunto, en tanto que distintas resultaron las evidencias físicas que presentaba el cadáver. Ante esa disyuntiva es siempre aconsejable hacerle caso al muerto que ya no tiene motivaciones para mentir, por lo que siempre habla apegado a su verdad. Una bala loca sesgó una vida, mientras que unos palos no tan locos, ni a ciegas, se anotaron otra vida.

Elevo votos para que una malla virtual de acero celestial impida el retorno a tierra de todas las balas perdidas que disparan desaprensivos; igualmente ruego para que esposas y esposos se tornen en celosos guardianes que impidan el contacto corporal de esos palos perdidos capaces de mandar a uno al lugar de donde jamás regresan los peregrinos.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas