Enredados en su propia mentira

Enredados en su propia mentira

Por los años 1950, cuando Santo Domingo era todavía Ciudad Trujillo, Tomás, un pescador por necesidad, circulaba cada madrugada las desoladas calles con su vara al hombro en busca del sustento familiar.

Su lugar preferido estaba junto a la planta eléctrica situada a orillas del río Ozama, cuyas aguas todavía albergaban gran cantidad de peces. Un día, Tomás no tuvo suerte y consumió largas horas sin que un ridículo pececito mordiera su carnada. Esa mala suerte significaba fogones vacíos en el hogar.

Frustrado hasta los extremos, emprendió el viaje de vuelta a casa. Fue encontrando en el camino personas conocidas que, uno tras otro, le preguntaban cómo le había ido en la pesca. La paciencia fue agotándose de tanto decir lo mala de su suerte hasta que, con visible incomodidad dijo a uno: “Bien, muy bien. Un barco de la Marina llegó a puerto cargado de carites enormes y los está regalando a todo el que pase por allí.” Tomás siguió entonces caminando un buen rato hasta que topó con una considerable cantidad de personas que corrían en dirección contraria.

Preguntó por qué el tumulto y uno de los que corría le dijo: “Es que un barco de la Marina está en el muelle regalando carites.” Tomás vaciló sorprendido al descubrir que su piadosa mentira había provocado una conmoción. Pero entonces, dentro de sus limitadas facultades mentales pensó: “No puede ser. La gente no puede ser tan ingenua ni tan bruta, pero… a lo mejor es verdad.” Y fue así como Tomás dio vuelta y empezó a correr en dirección al muelle en busca de los pescados que su propia imaginación había creado. Cuando la frustración fue colectiva, el pescador pasaría a ser conocido como Tomás Carite, el mentiroso que creía sus propias mentiras.

Algo parecido al relato anterior ocurre en estos momentos entre los que elaboran directrices desde el Palacio Nacional. Para nadie es un secreto que una gran cantidad de comunicadores sociales recibe jugosas sumas de dinero para difundir lo que conviene a los planes políticos del Presidente. Como es de esperarse, las páginas de los periódicos, así como los espacios de la radio y la televisión se llenan de las informaciones que, quienes pagan, quieren que el pueblo conozca. Cumplida esa parte del ciclo, los funcionarios leen la prensa, ven la televisión y escuchan la radio para detectar cómo han sido cumplidas sus instrucciones, a sabiendas de que esa gestión inmoral ha costado un dineral del erario.

Vista la abundante aparición de sus mensajes en los medios de comunicación, los amnésicos por conveniencia llegan a la forzada conclusión de que lo publicado es lo que el pueblo piensa. Pasan por alto que se están escuchando y leyendo a sí mismos. Como por arte de magia, Tomás Carite, el frustrado pescador que creía en sus propias mentiras, aparece a todos los niveles del gobierno.

Pero no es sólo Tomás Carite el que ha ocupado un importante puesto dentro de la nómina oficial. A diario, al igual que la madrastra de Blancanieves, la del cuento de los hermanos Grimm, tienen un espejo mágico ante el cual acostumbran a verse a cada momento. Y, por supuesto, no dejan de preguntar a su espejo mágico quiénes son los más inteligentes y mejores conceptualizadores. Ellos, sin lugar a dudas. Pero no puede descartarse que al espejo pudiera quedarle, quizás, poco tiempo colgado en las paredes oficiales.

Como van las crisis políticas y económicas fluyendo, no está lejos el día en que el espejito pudiera contestar de manera diferente como hasta ahora y decir que el funcionario que pregunta ya no es ni el más inteligente ni el mejor conceptualizador. Porque se puede engañar a todos una parte del tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero lo que no se puede es engañar a todos todo el tiempo. Ese modelo se está agotando como block de hielo expuesto al sol de este país del verano permanente.

Tanta falacia podría, quizás, provocar que tanto Tomás Carite como la madrastra de Blancanieves tengan que dejar sus fabulosos cargos en la administración pública. Aún cuando sus planes sean los de eternizarse en el poder.

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