Enredar la cabuya nunca es bueno

Enredar la cabuya nunca es bueno

El refrán dominicano viene de maravillas a cierta propensión de varios de los principales dirigentes del PLD y funcionarios del Gobierno a creer que cualquier problema o tranque que implique pérdida de popularidad o críticas resulta exclusivamente de algún asunto del ámbito de las relaciones públicas. Preocupa más lo que se diga, y entonces ni siquiera tanto por el poco caso que hacen, que lo que provoque el dicho…

Y así viven enredando la cabuya. La metafórica expresión se refiere a que del maguey y plantas similares, llamadas pita o agave en México, se extrae una fibra muy apreciada para la fabricación de hilos y sogas y a veces hasta tejidos. Si las fibras se enredan las cuerdas o telas salen con defectos: nunca conviene enredar la cabuya.

Hay varios ejemplos muy actuales de lo que digo. Quizás el más candente es el que la Cámara de Diputados se haya embarcado en aprobar una observación del Poder Ejecutivo a una ley orgánica, la del Consejo Nacional de la Magistratura, con una votación de mayoría simple, cuando la Constitución manda inequívocamente a que sea con dos terceras partes de los presentes, igual a como es preciso en la creación misma de esa clase de ley.

El Presidente Fernández, atento al clamor popular de que haga respetar su propia Constitución, devolvió al Congreso la ley para que los legisladores aclarasen cuál clase de mayoría se requiere. Pero en vez de re-encausarse por la legalidad, un grupo de congresistas y otros funcionarios se empeñan en… eso mismo, ¡enredar la cabuya! Aparentan creer que se trata es de un asunto de opinión pública, de “percepción”, cuando es un problema jurídico constitucional de imprevisibles y gravísimas consecuencias.

Algo parecido ocurrió con el furor mediático, y entre la clase media urbana, con el reclamo de aumentar la inversión pública en educación. Pese a que es fácil demostrar que este es el Gobierno que más ha gastado en educación, el propio Presidente desperdició más de media hora de un discurso ante el Congreso justificando lo injustificable, en vez de montarse en la ola para ser más coherente con todo lo que había dicho antes sobre la importancia de la educación en esta era del conocimiento.

Y así con tantos otros problemas, que se enredan más y más como si alguien prefiriese los cordeles con nudos y defectos, con la cabuya enredada…

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