POR ÁNGELA PEÑA
Además de la avenida con su nombre que existe en Guaricano, de Santo Domingo, Enrique Blanco debería ser también reconocido con una calle en Don Pedro, Tamboril, y otra en Santiago de los Caballeros donde la tiranía asesinó a tres de sus hermanos. Porque el rebelde solitario no fue un malhechor, según sus familiares, sino un héroe que se enfrentó con valentía al dictador Trujillo contra el que supuestamente había organizado una trama.
A esta conclusión llegan los sobrinos del legendario militar que mantuvo en zozobra durante seis años a la guardia trujillista y al que el rumor público atribuía poderes sobrenaturales para hacerse invisible, irreconocible, burlando a sus persecutores con magia o con la habilidad del experto francotirador que disparaba tan solo de adivinar las intenciones del enemigo. ¿Qué misterio hay en la vida / de este viajero que vaga / como una hoja rodante / en medio de la borrasca? / Ha empezado la leyenda / del hombre de vida extraña / se comenta que lo han visto / convertirse en ave rara, / en un tronco, una culebra, / o un cerdo de la sabana, escribió Joaquín Balaguer en su Romance del caminante sin destino Enrique Blanco.
Siete de sus sobrinos se reunieron por primera vez desde los años 30, cuando María Dolores Vásquez de Blanco, cuñada del fugitivo, debió distribuirlos porque no sólo mataron a su esposo, Ramón Eugenio, sino que le quemaron las casas, arrasaron los sembrados y cargaron con los animales, como forma de obligarlos a entregar al prófugo. Para entonces estaban presos 41 miembros de la familia Blanco, los hombres en la fortaleza San Luis y las mujeres en la comisaría.
Brígida de Jesús, Domingo Antonio, Álida de Jesús, Ana Lucía, Bruno Andrés, José Ramón, se congregaron en los hermosos y amplios predios de su hermano César Marino, en Limonada Abajo, y en la amplia terraza, bajo los frondosos árboles frutales, en el colorido jardín de este sobrino que contaba doce años cuando su tío decidió terminar su vida, celebraron el encuentro, recordaron las que consideran proezas de este soldado que para ellos es orgullo y elevaron plegarias por las almas de los que se convirtieron en víctimas de la satrapía. Les acompañaba su prima Herminia de Jesús Rosario Blanco, quien cocinaba para Enrique cuando éste se aparecía en la casa paterna. Ella también estuvo encarcelada pero vivió las burlas de su histórico antepasado a la autoridad que lo procuraba y de la que siempre escapaba con rapidez espectacular. Varias veces se llevaron a papagüelo y Enrique estaba oculto entre esos cercados acechando a ver si le ponían un dedo encima a ese viejo. A mitad de camino lo devolvían.
Razón poderosa
Los allanamientos, el acoso, las persecuciones, la propaganda con recompensas para el que capturara y entregara con vida a Enrique Blanco eran tan intensas que papá enloqueció, hubo que meterlo en un cepo, refiere don César Marino, hijo mayor de Ramón Eugenio. El viejo había intentado en vano reunir a sus hermanos para analizar la situación del errante y ver cómo se ponía fin al desasosiego. Pero hubo discrepancias y no se materializó el encuentro, entonces Ramón Eugenio se puso loco. De sus labios sólo salían dos palabras: Razón poderosa. Cuando mejoró desarmaron el cepo, lo sacaron y ya se sentaba en una silla, se iba a trabajar agricultura conmigo en las ancas del caballo, pero ahí fue que lo llevaron preso, narra el hijo mayor.
César Marino es líder entre sus hermanos. Humilde, pero enérgico, es un auténtico campesino en el sentido más estricto. Vive como un príncipe en su propiedad que es un feudo suyo y de sus hijos, sembrado con variedades de flores y frutos que le dan toque de paraíso. Pero conserva como símbolos de ese patrimonio, las dos rastras que adquirió en 1953 para arar la tierra cuando casó con Ramona Isabel Hurtado y salió de don Pedro hacia Los Laureles. Es el que más ha luchado por mantener viva la memoria de su antepasado, que considera glorioso. Es el más visitado por cineastas, historiadores y merengueros que han exaltado las presuntas proezas de su tío, que tanto dolor llevaron a la familia Blanco.
Al primero que mataron fue a Julio Blanco, que le montaba el caballo a Trujillo, y Trujillo le ordenó: ¡Mire, salga a buscar a su hermano! Y él le contestó: Mi jefe, conmigo no va a venir, y ahí lo matan. Le pusieron el cadáver a mi abuelo en un tocón de palo, frente a la misma casa. Porque era que los Blanco hablaban correcto, un hermano saliendo a buscar a un hermano sabiendo que lo iban a matar….
Tiempo después, agrega, otros dos hermanos aparecieron muertos, apareados en el kilómetro 7 de la carretera Duarte: Ramón Eugenio y María. Un compadre de mamá le llevó un saco con el sombrero, los zapatos y la cédula. Los pudimos enterrar en el cementerio de Tamboril. Posteriormente, añade, le pegaron fuego a la casa, quedamos en la calle. Nos repartieron a los siete hermanos.
No fue un malhechor
El difunto Enrique no fue un malhechor, no le hizo daño a nadie, él desertó del ejército cuando Trujillo subió y dicen que contaba con algunos guardias para el complot. No mataba por matar, pero el que lo buscaba lo encontraba, manifiesta, coincidiendo con el romance de Balaguer, que afirma: Si es un bandido sin ley / ¿Por qué no roba ni mata?… /Muchos le tienen terror / al misterio de su magia / otros, en cambio, le admiran, / y a otros los entusiasma / pues viene como un demonio / que va a liberar la Patria.
Hoy no se sabe dónde reposan los restos del insurrecto. Fueron descubiertos en el poblado de El Ingenio, en Santiago, y ellos los metieron en un pequeño ataúd para hacerle el novenario, pero un hermano se quedó con ellos y nunca se les dio cristiana sepultura.
Enrique era valiente, aunque travieso, dicen que iba al manantial, llenaba el calabazo y después ensuciaba el agua, relatan entre anécdotas diversas que se suceden. Repiten la versión de que estaba preparado por un brujo haitiano, y César Marino lo vio muchas veces llegar a la casa con el bolsillo abultado. Tío ¿qué es eso? le preguntaba. Un pote de ron Tavárez, pero eran los cabos del revolver. Desconocen si tuvo novia o mujer, pero se les aseguraba que dejó un hijo en Joba, Salcedo, lo que nunca comprobaron.
El día que nos iban a quemar la casa yo estaba en la escuela y mi maestra, Lucía Blanco, me ordenó: César Marino vaya al huerto, pero era para que no viera la camioneta cargada de cerdos y gallina que sacaban, relata.
Herminia, la diligente sobrina que satisfacía el voraz apetito de Enrique, nació en 1915, y César Marino el 24 de marzo de 1924. Él está casado con Ramona Isabel Hurtado, a la que Enrique le pedía cuando niña que le besara la mano. Procrearon doce hijos. Viven: Ana Ramona, Dinayda Altagracia, Diógenes, Ángela, Rafael, Germán, César, Miguel y Orlando. Pese a su sencillez, a don Marino le gusta lucir elegante, como a veces se vestía el difunto Enrique, y saca de su armario las corbatas y sombreros y el traje que compró en La Florida para estar acorde con la estatura de su tío, del que reitera: Fue un antitrujillista, no un delincuente, ni le hizo mal a nadie, pero el que lo buscaba lo encontraba, eso sÍ le aseguro yo. Y tenía algo que lo ayudaba, hay cosas que ayudan, hasta una palabra que yo sepa decir y usted no sabe. Y quiero decirle que a él no lo mataron: él se mató. Al que dijo que lo mató para cobrar la recompensa después lo mataron en la cárcel, por mentiroso.
Diez patrullas lo persiguen / ansiosas de darle caza, / más la tierra no conserva / el rastro por donde pasa, / se encuentra untado de algo / que lo hace inmune a la bala… /Pero en realidad el monstruo / no tiene tan negra el alma, / cuando sólo castiga a todo aquel que delata / su presencia en algún sitio / que su recorrido abarca, escribió Balaguer, y ratificando lo que aseguran sus sobrinos, apunta: Enrique Blanco termina / su carrera desbocada, / es incapaz físicamente / de seguir su heroica hazaña / acerca el arma a sus sienes / y pone fin a su drama.
Y concluye: Fue enterrado en un camino, / sobre la misma llanada / donde dio su primer beso / donde de niño jugaba / donde en brazos de la muerte / hoy va camino hacia el alba. / Enrique Blanco, andariego, andador de negra estampa / Empieza hoy un camino / un camino que no acaba / y es como Dios, infinito / y es inmortal como el alma. / Hombre de muchos delitos / figura central de un drama / hoy una mano divina / te medirá con su vara / Hoy sabrás cómo tú eras, / por tu raíz buena o mala: / si un deshecho de la vida / o si una víctima humana.