ENRIQUE HENRIQUEZ
Poeta notable, político y abogado de
largo ejercicio en los tribunales

<strong>ENRIQUE HENRIQUEZ</strong><br />Poeta notable, político y abogado de<br />largo ejercicio en los tribunales

POR ÁNGELA PEÑA
Cuando Enrique Henríquez  aceptó un cargo a Trujillo, el mandatario no era todavía tan feroz, había pacificado el país y le daba cierto ordenamiento a la administración pública. Habiendo sido colaborador de Alejandro Woss y Gil y de Ulises Heureaux, el autor del famoso poema “Miserere” parece que “tenía inclinación a ese tipo de gobierno, en contraste con el caos y el desorden imperantes por los levantamientos guerrilleros de caciques locales”.

Al hacer la consideración, el laureado intelectual Lupo Hernández Rueda manifiesta que desempeñar funciones en el trujillato, ya en las postrimerías de su vida, “no quita méritos” al ilustre escritor “porque aquí lo que hay que valorar es la calidad de su obra poética, la familia que creó, que no era trujillista. Su hijo, Rafael Américo, no le sirvió a ese régimen, su padre enseñó esos ideales contra la dictadura, no se puede decir que él compartiera lo que ocurrió después de haber fallecido”.

Hernández Rueda, que en el devenir de su vida ha tenido curiosos paralelismos con Enrique Henríquez, hasta tuvo su oficina de abogados en la calle que lleva el nombre del eximio bardo. Contaba apenas diez años cuando éste murió, el 5 de junio de 1940, pero conoce su producción literaria no sólo porque la estudió en revistas, periódicos y antologías de ese tiempo, sino porque visitaba junto a los también poetas Franklin Mieses Burgos y Manuel Rueda la residencia de Rafael Américo, miembro de la llamada “Poesía Sorprendida”, donde se hacían referencias a la vida y al trabajo del ya venerable anciano. Como Henríquez Alfau, Lupo es abogado en ejercicio e igualmente ha sido premiado, como fue reconocido más de una vez el que en su juventud se distinguió también como periodista.

“Enrique Henríquez es un poeta ordenado y cuidadoso que recurre mucho al heptasílabo y al endecasílabo, por eso tiene cierto ritmo interior, es un romántico, utiliza bastante la rima asonante, pero no da preferencia al sentimentalismo porque expresa su emoción dentro de un lenguaje gentil, lleno de orden y armonía”, manifiesta Hernández.

Agrega que Henríquez es uno de los precursores de la vanguardia y cita su poema “El cadalso de García Lorca” en el que, según Lupo, “evidencia su sensibilidad con las nuevas corrientes insertadas en ese entonces, provenientes del romancero gitano y su impacto en nuestro medio. Incluso, afirma, hasta Juan Bosch escribió Romances”. “Delante de un pelotón/ la voz del verdugo aguarda/ Federico García Lorca,/ gran poeta de Granada, / sin ponerle el corazón/ ningún temblor en la cara”, se lee en la primera estrofa.

Para Hernández Rueda, Enrique Henríquez fue precursor de la modernidad, autor “de una obra poética sin sentimentalismo barato, sino con un lenguaje hermoso, musical, usando la ternura propia de la rima asonante, preferiblemente en los poemas de amor”.

Recita fragmentos de “El Ángelus”, de Henríquez, y de “Rosa en vigilia”, de Franklin Mieses Burgos, para demostrar que “es un poeta que venía incorporándose a los nuevos rumbos de la poética, insertándose en los cambios”. Piensa que se adelantó a Mieses Burgos cuando escribió: “Desciende de la torre de un viejo campanario, / por la escala sonora del viento, un triste son”, mientras Mieses compuso: “Ninguna forma igual a tu desgaire/ para ser como tú, sólo una herida/ abierta y desangrándose en el aire… / La rosa del jardín/ la que asomada pública y desnuda/ al borde de la brisa vocifera/ como el mejor pregón de su perfume”.

Considera que Enrique Henríquez merece más que el tributo de una calle con su nombre. “Es un poeta notable, un precursor de la modernidad, un profesional distinguido que dejó una familia impecable, enseñó a la sociedad un comportamiento honesto, ejemplar y una poesía que aunque algunos dicen que tenía un aire aristócrata, no era tal. “Miserere” y “Never more”, dos poemas de Henríquez, “son de factura civil”, indica, “pero demuestran la calidad y la perfección en el lenguaje”.

No comparte la observación que hace Joaquín Balaguer en su Historia de la Literatura Dominicana de que Henríquez utilizara en su obra palabras rebuscadas. “A Balaguer seguramente no le gustaba, porque él quedó atrás, estancado, le dio paso a la política en su obra. No es ningún rebuscado porque no es un verso duro, en la expresión de él no hay asperezas sino que se desliza suavemente con la combinación que hace del endecasílabo con el heptasílabo”.

Aclara que no habla de los primeros versos de Henríquez porque él los descartó. “Los poetas, a mí me pasa lo mismo, publican a veces porque se enamoran de un verso, de un poema, son poemas de ocasión pero no tienen una calidad determinada, es una poesía bastante irregular y uno tiene que reordenarla cuando llega a la madurez, eliminar aquellos poemas que son desperdicios”.

Sobre esta decisión de Enrique Henríquez se apunta en la Antología Poética de la Colección Trujillo, de 1944: “El autor prescindió de todas las composiciones que había ido publicando desde los 20 años, algunas de las cuales alcanzaron popularidad en el pasado”.

El doctor Lupo Hernández Rueda, poeta, jurisconsulto, catedrático universitario, y creador de una prolífica obra literaria, piensa que el poeta Henríquez Alfau no ha sido suficientemente reconocido porque la generación a que pertenecía, la posmodernista, estuvo compuesta “por notables poetas, pero vino inmediatamente después, o estando ya ellos en sus años de vejez, la apertura que tienen las vanguardias, y ese tipo de poesía queda replegada. Las generaciones nuevas desechan la poesía tradicional, los posmodernistas cayeron en el olvido”.

Enrique Henríquez

Este abogado, poeta, político, servidor público, diplomático, escritor, nació en Santo Domingo el 30 de noviembre de 1859, hijo de Ildefonso Henríquez y Carvajal y Belén Alfau. Licenciado en Leyes, ejerció largo tiempo su carrera como abogado de los Tribunales de la República.

Desde joven ejerció la política, cultivó la poesía y el periodismo. Dirigió los periódicos “Auras del Ozama” y “El Teléfono”. Fue secretario del Presidente Alejandro Woss y Gil y durante los cuarto y quinto periodos de Ulises Heureaux ocupó la cartera de Justicia e Instrucción Pública. Fue diputado al Congreso Nacional y secretario y presidente de ese Cuerpo. Participó en varios tratados y convenciones.

Miembro de la Junta Nacional Colombina, del Comité Permanente del Faro a Colón, es el autor del folleto “Sutilezas e inexactitudes de don Hipólito Billini”, sobre la deuda pública, que publicó con el pseudónimo de Amable Razonador, y de “Nocturnos y otros poemas” que recoge sólo una parte de su producción poética, la de su época de madurez, que se inicia aproximadamente en el siglo XX.

Casó con Lea de Castro el 23 de junio de 1885 y procrearon a Enrique Apolinar, Eduardo Noel, Antonio Abad y Belén Elvira. Después de una larga viudez, contrajo segundas nupcias con Oliveta Calero. No tuvieron descendencia. Fue cónsul en Nueva York y en 1933 aceptó la presidencia del Ayuntamiento cargo al que renunció al año siguiente por problemas de salud.

Muchos de sus poemas están dispersos en periódicos y revistas como La cuna de América, Bahoruco, Letras y Ciencias y la Revista Científica, Literaria y de Conocimientos útiles.

La calle

El 27 de mayo de 1959, Trujillo escribió una extensa carta al presidente del Consejo Administrativo del Distrito Nacional ponderando los méritos de Enrique Henríquez al que definía como “Ilustre ciudadano, hombre de Estado, jurisconsulto, orador y poeta que sirvió con firmeza y patriotismo los intereses superiores de la República en horas críticas de su historia”, solicitando que se le rindiera homenaje “por cuanto dio a la Patria en grado de servicio y de belleza”.

El 2 de junio de ese año se designó Enrique Henríquez la entonces calle La Vega, de esta ciudad. Comienza en la mutilada calle Mariano Cestero y termina en la Doctor Delgado. Está ubicada en el ensanche Lugo.

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