Enrique Penson y su enciclopedia
de la arquitectura dominicana

Enrique Penson y su enciclopedia<BR>de la arquitectura dominicana

POR MIGUEL D. MENA
Del arquitecto Enrique Penson nunca habíamos tenido noticia antes de la publicación, en dos tomos, de «Arquitectura Dominicana, 1906-1950» (Laboratorio de ingeniería, Santo Domingo, 2005).

El hallazgo se lo debo a mi gran amigo Salvador Alfau, quien se topó con los mismos en un centro comercial y pensó en mí, adquiriéndolos de inmediato y guardándome la sorpresa hasta diciembre del 2006.

Desde entonces confieso que no pasa una semana sin recuperar, gracias a esas páginas, un Santo Domingo preciso, casi monumental –como todo lo que lo que ocurre en la infancia- y en buena parte ya irremediablemente perdido.

Enrique Penson ha escrito la gran enciclopedia de la arquitectura dominicana. Así, con una economía de medios que casi aturde si es que pensamos en esa inevitable pomposidad con que nuestros intelectuales –y los arquitectos en algunos asientos de primera fila- tienden a presentar su trabajo. ¡Ni siquiera hay una biografía del autor!

El primer tomo comienza con una razonada exposición de la manera en que el material ha sido investigado y ordenado. El elemento centrípeto lo marca el ciclón de San Zenón, el 3 de septiembre de 1930, punto del antes y después de nuestra ciudad moderna.

Luego de unas líneas orientadoras en cuanto a la terminología utilizada y aquellos que han ofrecido su testimonio, el autor nos conduce por una detalla lista de autores y proyectos, de egresados universitarios y permisos de construcción. Todas las principales edificaciones del país en esos 45 años que van de 1906 a 1950 están consignadas aquí, comenzando por La Vega y concluyendo con Santo Domingo. En la última parte de este primer tomo se presenta la biografía de la gran mayoría de los arquitectos con sus obras. Autores que hasta ahora permanecían ciertas sombras, como el checo Antonin Nechodoma o la presencia de arquitectos catalanes que tan decisivamente nos hicieron entrar a la modernidad –gracias al Art Noveau-, se presentan y compactan la imagen de un urbanismo creativo, en diálogo con lo que acontecía entre una las manos de un Frank Lloyd Wright y un Le Corbussier, para no ir más lejos. Otros, más en la claridad, como Henry Gazón Bona o Guillermo González, se presentan en toda la riqueza y también contradicciones posibles, en esa tensión que iba, durante el trujillato, entre el estilo internacional y el neoclasicismo.

Lo que se destaca de esta obra es la precisión en el dato, la acuciosidad en el recuento de los hechos y una presentación que raya y aún va más allá de lo enciclopédico. Digo más allá, porque Penson no sólo demuestra que conoce al dedillo el acontecer arquitectónico de nuestras ciudades: lo que se mueve al fondo de estas páginas es toda una pasión romántica por el entorno urbano, por la manera en que la materia se transforma en habitación y entonces contenemos todo lo multicolor del campo y las apuestas internacionales de aquella primera parte del siglo XX.

Enrique Penson se convierte entonces en un historiador arquitectónico esencial de Santo Domingo. No es que esté ofreciendo visiones de conjunto ni preocupándose en primer lugar por los grandes procesos de la historia. Esto al parecer podría ser una limitación, pero al final es, a su manera, un gran aporte: Penson está viendo nuestras ciudades desde la mesa del arquitecto, el dibujante, el planificador, el burócrata. Nos habla de formas y estructuras, introduciéndonos por un ámbito  en cierta medida inédito, en vista de que las principales obras sobre el tema han sido escritas por arquitectos que a su vez son funcionarios, lo que implica un pensar la arquitectura en función de un rendimiento de cuentas. La opción de Penson es más purista, si se quiere. Al interesarle sólo el dato y la historia de las formas, nos presenta el gran reto de vincular los mismos a procesos mayores. Aquí apreciamos la honestidad y lo paradójico del autor: es honesto por cumple lo prometido en el prólogo, y también es paradójico porque sin quererlo, está trazando y echando los primeros pisos de la Enciclopedia de la Arquitectura Dominicana. Penson no tiene que ser un Sigfried Giedion o un Leonardo Benevolo, eso lo podríamos ser usted o yo, mi estimado lector… o lectora.

Si en el primer tomo tenemos a los autores y sus obras, en el segundo el corpus consistirá exclusivamente de planos y fotos, todos proyectos presentados en Obras Públicas.  Al final hay unos mapas que son como el postre para el lector, la estrella que corona el cielo de nuestras ciudades.

Penson ha vivido la gloria y el deterioro de nuestras ciudades. Las fotografías hablarían por si solas. Tomadas por el autor entre los años 70 y 90, entresacadas de archivos particulares o públicos, por primera vez tenemos una colección realmente extensa de nuestras edificaciones. Como buen historiador del arte arquitectónico que es, en la mayoría de los casos se explican las funciones y propuestas del diseño, los materiales utilizados, y a veces hasta el sentido de las formas.

Estamos frente a un trabajo de muchos años.  No puedo dejar de pensar en María Moliner y el Diccionario del castellano que fue orquestando en su cocina, en papelitos que nunca dejaron de crecer. Penson habrá sido ayudado por sus hijos y sus amigos, como Noé construyendo su arca.

Penson, Enrique (2005): «Arquitectura Dominicana, 1906-1950». (t.I: 459, t.II:499). Santo Domingo: Laboratorio de ingeniería,  2005.

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