Enrique recoge frutos del éxito

Enrique recoge frutos del éxito

POR MANUEL EDUARDO SOTO
La prensa internacional muestra regularmente a Enrique Iglesias en Bali, Nueva York, Moscú y en otros puntos exóticos del mundo en diversas actitudes al lado de su novia, la tenista rusa Anna Kournikova, una rubia exuberante que no ha ganado ningún título importante en los courts, pero es mucho más conocida que las famosas hermanas Serena y Venus Williams, las negras norteamericanas que se han llevado todos los torneos en que han competido.

No sucede lo mismo con colegas de Enrique como Luis Miguel, Cristian Castro, Chayanne u otros cantantes contemporáneos que se han destacado dentro de la música pop, pero han estado limitados al estrecho mercado hispano.

Sin embargo, desde que el hijo del no menos famoso Julio Iglesias debutó en el mundo del disco en 1995 con un álbum que llevaba su nombre y traía temas como “Si tú te vas”, “Experiencia religiosa” y “No llores por mí”, lo hizo con el objetivo claro de ser una superestrella.

Además, la idea no era tan descabellada, pues tenía como su representante y guía al colombiano Fernán Martínez, un dinámico periodista y publicista que conocía los caminos del éxito gracias a los nueve años que había estado asesorando a Julio. Desde el primer momento, Fernán vendió a Enrique como un artista de alta categoría, a pesar de que el álbum de su debut fue recibido con pésimas críticas por los comentaristas.

Y el encargado de encabezar el desprestigio del disco y de su intérprete fue nada menos que el poderoso periódico El Nuevo Herald, de Miami, ciudad en la cual residía y se había criado Enrique junto a su padre, ya que éste se divorció de su madre –la filipina y figura de la alta sociedad, Isabel Preysler– cuando era pequeño. Julio se llevó a Enrique y a sus hermanos –Julio José y Chábeli– a vivir a Miami con su abuela, doña Charo, pero no en su mansión de Indian Creek, sino en una casa situada al otro lado de la bahía de Biscayne.

El siempre hábil Fernán se sentó a pensar cómo contrarrestar el negativo artículo de El Nuevo Herald y recurrió al autor de esta nota, que trabajaba en ese momento en la agencia internacional de noticias Reuters, con sede en Miami.

Con la presencia del gerente del sello Fonovisa, el argentino Carlos Maharviz, y de Martínez, la entrevista informal se llevó a cabo en la casa de un reparto de Biscayne Boulevard donde Enrique vivía con su abuela y su ama de llaves, a la que él llamaba “La señora” y que fue como una madre para él, pues lo crió de chico.

Descalzo, con un pantalón corto barato y una camiseta vieja, Enrique se lamentó de lo mal que lo estaba tratando la prensa por el solo hecho de ser hijo de Julio Iglesias. Quería demostrarle al mundo que tenía las aptitudes para triunfar por sus propios medios, pero reconoció que ese estigma no iba a ser fácil de superar.

En el encuentro, en el que no mostró actitudes de divo ni de superestrella, reafirmó lo que decía la nota de prensa que había escrito Martínez para acompañar al lanzamiento del disco, de que a los ejecutivos de Fonovisa no se les había informado que el intérprete era el hijo de Julio para que lo evaluaran por sus méritos y no por su valioso apellido.

Poco a poco el público fue aceptando el estilo inicialmente primitivo de Enrique, ganando terreno paulatinamente por su impresionante aspecto físico y una sonrisa de un millón de dólares que fue cautivando admiradoras en todo el continente.

Su desvinculación de Julio fue total, incluso llegando a especularse que había una rivalidad entre ellos, y al final el joven madrileño no sólo llegó a ser la máxima figura de la canción pop en español, sino que más tarde saltó al mercado anglosajón –hablaba inglés a la perfección, pues, como ya dijimos, llegó niño a Miami–, en el que se dio a conocer con un dúo con Whitney Houston. Su padre había usado la misma fórmula con Diana Ross.

Sus discos se escuchan actualmente tanto en las emisoras hispanas como en las de habla inglesa, y todo lo que hace es documentado igualmente por las publicaciones norteamericanas como por las latinas.

En nueve años de carrera, tiene una novia envidiable (hay versiones no confirmadas de que se habría casado con ella), un avión, una mansión en Miami e incluso ha incursionado en el cine en filmes como “Erase una vez en México” y sigue conquistando más terreno cada día.

Nuestro orgullo es haber contribuido con un humilde granito de arena para que esto sucediera.

*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

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