Enriquillo Sánchez, rememorando al poeta

Enriquillo Sánchez, rememorando al poeta

POR JOSÉ SALDAÑA
Un grupo de poetas e intelectuales solíamos reunirnos en un enorme salón de la Facultad de Odontología de la UASD. Corría el año 1969. Entre los contertulios, recuerdo especialmente al poeta Enriquillo Sánchez. Junto a él, los bardos Enriquillo Eusebio, Norberto James, Andrés L. Mateo, Tony Raful, Mateo Morrison, Alexis Gómez y Jimmy Sierras.

Eran los días en que se gestó el Movimiento Cultural Universitario (MCU) y comenzaba a despuntar con fuerza la literatura de la posguerra. Cada poeta traía su fajo de poemas bajo el brazo y los leía con cierta unción, como si asistiéramos a un verdadero ritual del arte y la poesía.

Enriquillo, en esa época, estaba dirigiendo la sección de Historia del MCU y yo hacía las veces de su secretario. Trabajar junto a él me sirvió de mucho, porque se trataba de un escritor maduro, muy preocupado por los problemas sociales del país. Así fue como conocí a un ser sencillo y amable, pronto para sonreír y estimular a los que se le acercaban.

Su comprensión de la literatura y de la historia no se alejaba del  de la sociedad, sino que se emparentaban. En su discurso, y en sus ensayos, la realidad social y la filosofía eran uña y carne. Enriquillo dominaba ciertamente el arte y el oficio de escritor. Su prosa es fluida, ágil, plena de imágenes y de una poesía envolvente que nos seduce como canto de sirenas. Los denominadores comunes a sus escritos eran siempre la sinceridad, la claridad y la precisión. Sus columnas eran esperadas con gran interés por toda la intelectualidad dominicana. Todos corríamos a devorar la exquisitez y los nutrientes de aquellos jugosos bocados para el intelecto. Enriquillo escribía con deleite, con una pluma apasionada y certera.

Consciente de los discursos de la globalización y de los de nuestra propia insularidad, Enriquillo Sánchez mostró siempre una estrecha solidaridad con el hombre dominicano y con la necesidad de preservar su cultura e identidad. Su lucha, desde aquellos días lejanos del MCU, era por la dignidad. Su intención era que todos alcanzáramos una vida digna. Y fiel a ese propósito, a esa motivación, la vida de Enriquillo Sánchez fue la de un intelectual íntegro. Sin otras pretensiones que las de hacer comprender a sus conciudadanos el papel que debía asumir el Estado en los temas de la justicia, la educación, la cultura y el desarrollo integral de los dominicanos.

Tanto en la poesía, como en el ensayo, Enriquillo Sánchez se nos revela como un gran innovador del lenguaje y del giro poético. Su pluma no se amedrentaba frente a ninguna fuerza opresiva. Ese arrojo y valentía son poco frecuentes en la poesía contemporánea. Su partida hacia el infinito nos deja un gran dolor a todos quienes lo conocíamos y lo tratábamos. Pierde la literatura  dominicana a un escritor que estaba en pleno ejercicio y en el apogeo de sus facultades intelectuales. Pero subsiste un legado importante de textos aún no publicados, que deben ser editados y publicados por la Editora nacional o por algunas de las casas editoras que han sentado su pie en esta tierra.

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