Enseñemos inteligencia

<p>Enseñemos inteligencia</p>

 JOSÉ A. SILIÉ RUIZ
A todo el que escribe, de cuando en cuando se le antoja filosofar, divagar en temas a los que uno le tiene cierto respeto, porque cada vez se nos complejiza más y en vez de hacerse más claro, comprendemos menos, la dualidad mente cerebro, el área cerebral que domina la inteligencia, que nos hace superiores en el pensamiento, etc.; pero la valentía que da la ignorancia hace a uno a atreverse a un conversatorio sobre el tema.

Los filósofos griegos fueron los primeros en definir el problema al reconocer que las experiencias psíquicas diferían de la estructura material del cuerpo. Aristóteles, planteó que el cerebro «enfriaba» la sangre que se calentaba en el corazón. El estudio de la epilepsia indujo posteriormente a Hipócrates, a sugerir que el cerebro era el asiento de la mente.

Descartes, a principios del siglo XVII, hizo grandes aportes al señalar que las percepciones solo eran posibles si llegaba un estímulo al cerebro a través de los nervios. Al final del mismo siglo, Thomas Willis formuló la trascendental teoría de que la materia gris de la corteza cerebral y los núcleos más profundos eran el asiento del alma. Son numerosos los aportes a través de los años y muchas mas las hipótesis para tratar de explicar ese proceso evolutivo que ha tomado millones de años de evolución neuronal. Es una verdadera democracia lo que existe en el cerebro, donde los billones de neuronas trabajan armónicamente para producir esa capacidad de adaptarnos, de resolver los problemas y retos adecuadamente, de lograr un verdadero crecimiento de la conciencia interna, esa apertura del ser que nos ayuda a ser cada vez mejores y más felices, que en resumen, eso se llama ser inteligente.

En nuestra condición de neurólogos, no podemos abstraernos al enfoque biológico de toda acción humana incluyendo la espiritual. Somos de la creencia que la inteligencia es un factor primordial para la integración social, la felicidad, la calidad de vida, la convivencia y el progreso. En nuestro medio notamos muchas acciones inteligentes, en los familiares, los amigos, los pacientes, en fin la sociedad como conjunto, vemos la acción de hombres y mujeres dando de si en aportes tangibles para lograr «una mejor nación». En ocasiones creemos que «algo» nos ata que no permite el despegue hacia el progreso definitivo como país, y me pregunto ¿será nuestra raza (arco iris genético), nuestra tierra (paraíso isleño enclavado «en el mismo trayectos del sol») o nuestra hermosa lengua, todavía no universal en ciencia?.

El cerebro humano es una especie de «músculo», perdonen ustedes amables lectores la vulgarización, pero es verdad, se ha comprobado que a mayor uso, mayor calidad de juicio y pensamiento; teoría planteada por Donald O. Hebb, quien la formulara en el 1949 y tiene su antecesor en uno de los hombre más preclaros de la ciencia de habla hispana, el doctor Santiago Ramón y Cajal.

El maestro Cajal, de voluntad férrea en busca de la verdad científica escribía en el 1923: «comparando la morfología y abundancia relativa de las colaterales nerviosas y protoplasmáticas de la pirámides cerebrales en la escala de los vertebrados, llegué a este resultado: la excelencia intelectual y sus nobles expresiones, el genio y el talento, no dependen de la talla o del caudal de la neuronas, sino de la capacidad de apéndices de conexión, en otros términos, de la complejidad de las vías de asociación a cortas y largas distancias que hagan las neuronas por su uso».

Esta hipótesis que en su momento fue rechazada, hoy ha sido confirmada por los modernos métodos de neuroimágenes y que actualmente la conocemos como la de «uso y desuso» y más modernamente como «plasticidad cerebral». Esto sencillamente confirma que nacemos con un número específico de neuronas, todos los humanos con casi igual cantidad, lo que varía es la activación y maduración que hagamos con su uso. ¿Dónde radica la genialidad, que hace a un hombre superior en inteligencia con respecto al otro?, vemos que algunos por su gran inteligencia y capacidad de acción, crean, son fértiles en la producción, dan soluciones a los problemas, se distinguen, antagonizan, aportan, trazan pautas, en fin tienen una obra de vida que deseemos imitar. En cambio otros vegetan, comen, duermen y son «buenos» ciudadanos

Si queremos hacer a nuestro pueblo «inteligente» y somos de la creencia que se puede enseñar inteligencia, son varios los aspectos a considerar. Sustentamos que el 99.9 % de nuestros problemas como nación, están basados en la mala educación, en todas sus vertientes, desde la del hogar hasta la universitaria. Si queremos tener un país superior en el progreso e insertarnos en el concierto de las naciones que sí lo han hecho, debemos crear el ambiente adecuado y esto no depende solamente de los equipos humanos y técnicos, sino de las condiciones políticas y sociales, de la absoluta libertad en la creación científica, erradicar el analfabetismo tanto primario como funcional, mejorar la escuela, la renovación de nuestras universidades, de los institutos técnicos, en fin de la academia en general. Haciendo aportes jugosos (y que en verdad se implementen) para la educación, la investigación científica y la cultura, pues solo así podremos «enseñar» inteligencia. Tal como lo señala Carl Sagan, en su obra El Mundo y sus Demonios: «es preferible encender una vela que maldecir la oscuridad».

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