Enséñame tu camino, Señor

Enséñame tu camino, Señor

Por Leonor Asilis
Estamos a principios del 2006. Un nuevo año, tiempo propicio para reencauzar nuestras vidas hacia Dios, a través de su Hijo Jesús, aquel quien dijo de sí mismo porque así es: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».

En efecto, solo en Jesús encontramos la verdadera felicidad, aquella que nunca muere, y que esta tan colmada de amor, que nos llena y nos desborda, y que nos impulsa a dar, a darnos a nosotros mismos como nos enseñó nuestro Salvador.

Que este nuevo año y todos los que nos queden por vivir podamos entregarlo por completo a quien nos dio la vida para que descubramos y cumplamos nuestro propósito en esta tierra. Hagamos nuestra esta bella oración de San Agustín (Soliloquios) pidiéndole a quien todo lo puede la gracia de que le amemos cada día más y le sigamos hasta nuestro encuentro cara a cara con Él en la eternidad.

«Ahora te amo a ti solo, a ti solo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto a servir, porque tu solo justamente señoreas; quiero pertenecer a tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos, para ver tus signos; destierra de mi toda ignorancia para que te reconozca a ti. Dime a donde debo dirigir la mirada para verte a ti, y espero hacer todo lo que me mandares. Recibe, te pido a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta ya con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies; basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus enemigos, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de ti.

Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque te estoy llamando; enséñame el camino para llegar a ti. Solo tengo voluntad; se que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre porque esto solo se y todavía no conozco el camino que lleva hasta ti. Enséñamelo, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza aumenta la caridad.

A ti vuelvo y torno a pedirte los medios para llegar hasta ti. Si tú me abandonas, luego la muerte se cierne sobre mí; pero tú no me abandonas, porque eres el sumo bien, y nadie te busca debidamente sin que te halle.

Y debidamente te busca el que recibió de ti el buscarte como se debe. Que yo te busque, Padre mío, sin que caiga en ningún error; que al buscarte a ti, nadie me salga al encuentro en vez de ti. Pues mi único deseo es poseerte, ponte a mi alcance, te ruego, Padre mío; solo ahora imploro tu nobilísima clemencia para que me conviertas plenamente a ti y destierres todos los obstáculos que a ellos se opongan, yen el tiempo en que llevo el peso de este cuerpo, haz que sea puro, magnánimo, justo y prudente, perfecto amante y conocedor de tu sabiduría y digno de la habitación y habitador de tu beatísimo reino». Amen. (San Agustín).

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