Enseñar el español en República Dominicana

Enseñar el español en República Dominicana

 

Enseñar el español en República Dominicana
A finales de 2002, El Caribe daba cuenta del resultado de las pruebas realizadas en el 2000 por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (Llece), en su “Informe técnico del primer estudio internacional comparativo sobre lenguaje, matemática y factores asociados”. En dichas pruebas participaron 13 países entre los que sobresalen Argentina, México, Cuba y República Dominicana. Las cifras del informe, en lo que concierne a nuestro país, más que alarmantes son aterradoras y de inexorable actualidad como se puede ver en el esfuerzo por mejorar la calidad de la enseñanza del ministro de Educación, Andrés Navarro, desde que asumió sus funciones, al frente de esa cartera, en agosto de 2016.

Para el español, el Llece utilizó una muestra de 54,589 estudiantes, y para la matemática de 54,417. En ambas disciplinas República Dominicana no obtuvo calificaciones satisfactorias para los niveles de tercero y cuarto de primaria. Es más, los resultados son pésimos tanto para la enseñanza pública como para la privada, que ni siquiera alcanzaron el nivel de desempeño.
Si la matemática como el español son materias básicas, hay que admitir que el español es nuestra lengua materna y por tanto la base de la comprensión de las demás disciplinas de la enseñanza nacional. Ahora bien, que nuestro castellano, como sucede en las demás lenguas vivas, tenga ciertas diferencias con el mismo hablado en otras regiones de América y España sigue siendo hasta hoy común y comprensible por cualquier hablante de esas regiones americanas y de España. Sin embargo, esas diferencias no deberían llegar al extremo que “los alumnos de República Dominicana”, como dice expresamente el informe, “en ningún estrato superan adecuadamente los niveles, de modo que se registra un desarrollo deficiente de las habilidades más básicas para llevar a cabo los procesos de comprensión lectora”. En una palabra, explican los técnicos del Llece, esos niños “pueden leer, pero no aprenden leyendo”.
Esta situación es el primer grito de alarma del peligro que representa esa deficiencia para el futuro de la formación de profesionales y técnicos en República Dominicana. Se ha tratado de encontrar las causas de estas deficiencias fundamentales y casi todos los informes coinciden en que, además del Ministerio de Educación, hay que enfocar el problema en torno a otros agentes que intervienen en el proceso educativo.
Desde hace años los informes sobre la Educación en República Dominicana son alarmantes. Jorge Sanguinetti y Jorge Max Fernández en El futuro de la educación en República Dominicana: oportunidades y desafíos (2000), en un informe para la AID, daban cuenta de la situación de la educación dominicana. Sacan a la superficie el constante deterioro del cuerpo profesoral en lo que respecta a las condiciones sociales y a los salarios de los maestros. Sanguinetti y Fernández revelan, también, que si el Plan Decenal de Educación (PDE) no había logrado sus objetivos se debe al poco interés de los políticos en darle continuidad de Estado a temas como el de la Educación Nacional. Sin embargo, mencionan, como uno de los logros posibles del PDE, las pruebas nacionales, pudieron constatar ambos expertos, han sido, en diferentes ocasiones, objeto de fraude. De manera que lo que se hacía con la finalidad de unificar la enseñanza fue víctima de la prevaricación de algunos funcionarios de Educación y de profesores inescrupulosos, distorsionando el objetivo de las pruebas. Los problemas de la Educación dominicana tienen hoy día una cadena de factores que necesitan de un largo proceso para remediarlos. El Estado, por su parte, ha acordado un 4% de PIB a la educación nacional. Y el ministro Navarro trata de ir al núcleo del problema: recapacitando el cuerpo docente.
La ADP en su constante lucha por reivindicaciones económicas, en particular el aumento, justo por lo demás, de salario de los profesores, ha olvidado que en los paros de labores los más afectados directa e inmediatamente son los estudiantes y en fin de cuentas el país. Si tenemos tan “mala calificación”, es también por esos paros desconsiderados e irresponsables que no toman en cuenta, a la postre, los resultados nefastos de su acción y han contribuido al deterioro de la educación nacional. Además, en sus llamados, la ADP nunca se preocupa de la enseñanza que es el principal objetivo de su profesión. Esas reivindicaciones, más propias de un sindicato que de un gremio, conllevan también a la poca exigencia de parte de la dirigencia del gremio en lo que respecta al nivel de los profesores. Esta situación la pone de manifiesto también el informe de Sanguinetti y Fernández: “La ADP complica el problema con sus acciones prejuiciadas en torno a mejores salarios y estabilidad laboral que, aun cuando sean totalmente legítimas, nunca se ven complementadas por un serio compromiso a favor de la calidad de la educación. El clientelismo también afecta a la ADP al convertirse en parte del sistema”.
A esta desastrosa y duradera crisis se le agrega otro factor: las manifestaciones estudiantiles que afectaron tanto a la universidad pública como a los liceos y escuelas primarias desde los años 70 estimuladas por irresponsables agrupaciones de izquierda en su lucha contra el Gobierno, en particular contra los primeros períodos de Joaquín Balaguer. Las interrupciones de clases también se reflejan en el resultado del informe del Llece. No es un secreto para nadie que muchos de esos años concluyeron con programas inacabados.
Lo aterrador del citado informe del Llece es que estamos ante el hecho consumado. La República Dominicana pierde su lengua materna. Un proceso de más de 20 años que se ve hoy día reflejado en la enseñanza nacional y los nuevos profesionales que salen de nuestras universidades. A finales de la década de 1960, la UASD creó una suerte de propedéutica para recuperar las deficiencias del bachillerato poniendo especial atención en español, matemática y física. Un esfuerzo que luego se generalizó y está vigente, además de la UASD, en las universidades privadas a lo largo de sus diferentes carreras. El español que se enseña a nivel superior se concentra en esa deficiencia de las pruebas que dieron origen al aterrador “Informe técnico del primer estudio internacional comparativo sobre lenguaje, matemática y factores asociados”: la comprensión de textos. Habrá que insistir mucho entonces en la capacitación de profesores de nuestra lengua materna: ¡español!

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