Entendiendo las eleciones norteamericanas

Entendiendo las eleciones norteamericanas

Por Abraham F. Lowenthal
Especial para HOY

Ahora que las convenciones de los partidos políticos han terminado, la campaña para las elecciones presidenciales del 2016 en Estados Unidos comienza en serio. La convención de Cleveland se trató más del movimiento Trump que del Partido Republicano, la mayoría de cuyos miembros estuvo ausente o callada. Los asistentes fueron atraídos por el candidato y su singular combinación de evocaciones populistas. Trump es incoherente en su ideología, pero consistente en proyectar fuerza, decisión, voluntad y desdén. Si los republicanos del centro y centro-derecha sensatos, moderados y humanos pueden recapturar el partido, incluso si Trump pierde, es una pregunta importante, sea cual sea el resultado de la elección.
La convención demócrata en Filadelfia resaltó y complació a una coalición de «minorías» que habían sido brillantemente movilizadas por Barack Obama y cuyo entusiasmo activo Hillary Clinton necesita para ganar. Se intentó alcanzar esta meta con videos bien presentados, discursos inspiradores y a través de cultivar cuidadosamente al Senador Bernie Sanders, que había inspirado a millones de electores, especialmente las personas más jóvenes, con su asombrosa campaña anti-establishment para la nominación.
Pero al cerrar filas el Partido Demócrata detrás de la Secretaria Clinton, se corre el riesgo de ensanchar la ruptura con los electores blancos de sexo masculino, menos instruidos y fundamentalmente alienados, que bien podrían decidir la elección, especialmente en los cruciales Estados del «Cinturón Industrial» en el Medio Oeste del país. Estos blancos de la clase media baja no han ganado, y en términos relativos han perdido, con los importantes cambios económicos, sociales y políticos de las últimas décadas. Se sienten desplazados por los afroamericanos, los inmigrantes latinos y las mujeres, y se sienten ignorados y poco respetados por la élite.
Los progresistas en el Partido Demócrata (especialmente en el movimiento Sanders), los seguidores de Trump, el establishment republicano y los demócratas mainstream que apoyaron la nominación de Clinton están atrapados, en maneras diferentes, en la nostalgia por un Estados Unidos que ha experimentado cambios profundos. Ninguno demuestra que entiende claramente estos cambios subyacentes, y tampoco ninguno propone políticas concretas y significativas que aborden nuevos problemas de manera adecuada y movilicen energías positivas.
Nadie puede estar seguro de cómo terminarán las elecciones estadounidenses. Clinton es experimentada, imperturbable, y tiene muchos programas sólidos para ofrecer. Pero parece demasiado cuidadosa y programada para tener un atractivo amplio, y ha sido debilitada por ataques constantes sobre su integridad, reforzados por la impresión generalizada de que tanto ella como su esposo, el ex Presidente Bill Clinton, muchas veces optaron por la vía fácil e ignoraron las reglas. Donald Trump, en contraste, está obviamente poco preparado, absolutamente carente de experiencia en los asuntos públicos, es asombrosamente descuidado, descontrolado y grosero. Pero atrae la atención e incluso un gran entusiasmo, especialmente entre los insatisfechos. El reto central para la campaña Clinton será socavar el atractivo de Trump sin alienar aún más a los seguidores actuales y potenciales del republicano. Será importante que Clinton y el Partido Demócrata no simplemente consideren a los seguidores de Trump como poco informados y manipulados. Necesitan reconocer y comprender la poderosa insatisfacción que Trump ha incitado, no entre los afroamericanos, los latinos, las mujeres, los homosexuales, las personas transgénero y los discapacitados, sino en el núcleo de hombres blancos del electorado que construyó el Estados Unidos industrial y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Una exitosa candidatura de Clinton, y una Presidencia constructiva después, dependerá de comprender y responder al malestar.
Abraham F. Lowenthal es profesor emérito en la Universidad del Sur de California y presidente emérito del Consejo del Pacífico sobre Políticas Internacionales.

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