Nuestro mundo mejora y empeora, alternativamente; sin duda ahora estamos mejor que durante la Segunda Guerra Mundial. Pero es obvio que las cosas podrían ponerse peor que nunca, por obra de los adelantos técnicos, del poder destructivo de las nuevas armas de guerra. Digo “nuestro mundo” porque habitamos una localidad específica, en una isla pequeña de las Antillas, pero somos afectados por los problemas creados por las grandes naciones. Los países pequeños son envueltos o arrastrados por las crisis de los grandes. Problemas monetarios, emigraciones masivas, guerras, maniobras estratégicas, altibajos en los precios de los combustibles, todo concurre a que las perspectivas del futuro inmediato no sean halagadoras.
Haga usted mismo una lista de los lugares del mundo donde hay actualmente severos problemas: políticos, sociales, económicos. En Venezuela, un “país petrolero”, existen hoy dolorosos problemas, económicos y de gobernanza; sobre todas las cosas, destaca la falta de esperanzas de los propios venezolanos. En los Estados Unidos, el nuevo gobierno de Donald Trump tiene apenas 18 días en el poder y ya se habla de “impeachment”, de bloqueo, de posible renuncia a la presidencia. ¿Es esto normal en una nación cuya Constitución ha estado vigente por doscientos veinte y nueve años? ¿Cuáles trastornos, sociales o culturales, sacuden hoy a “la gran nación del Norte”.
En Ucrania hay tensiones con Rusia; en Turquía todo es desapacible; los cubanos, tras la muerte de Fidel Castro, se “preparan” para cambios sociales, políticos, económicos. Tal vez sea más exacto decir que “se preparan” los demás; no los cubanos, que no saben bien qué ocurrirá en su país. Todo lo que ocurra, bueno o malo, repercutirá sobre otras islas de la región: Puerto Rico, RD, Haití, Jamaica. La enorme y pobladísima China, ha estado “en noticias especulativas”, con motivo de la “aproximación” entre Putin y Trump.
Las personas mayores se asustan porque leen los periódicos; los jovencitos miran más sus teléfonos celulares que los diarios matutinos. No se enteran de las declaraciones de los cancilleres europeos. Circula el rumor de que Henry Kissinger, el viejo artífice de la política norteamericana de “apertura a China”, en tiempos de Nixon, opina que una guerra está a punto de empezar. Enterarse no parece útil.