Enterrar las palabras

Enterrar las palabras

En el libro de Stephen Hawking se plantea la hipótesis de que si “la flecha del tiempo” se invirtiera, los sucesos podrían revertirse: que el vaso, roto al caer de la mesa, volviera a integrar los trozos dispersos y recuperara su condición de vaso “enterizo”; que el mamut extinguido echara a andar otra vez; lo cual abre la posibilidad de “la resurrección de los muertos”. Un asunto que acercaría a los místicos-religiosos y a los físicos especializados en cosmología. La contracción de la materia acarreó el “big bang” que, a su vez, dio lugar a la expansión del universo, o sea, al tiempo en que ahora vivimos.

Teóricamente, la materia, puede volver a contraerse, esto es, a empequeñecerse y concentrarse de nuevo en bomba de energía; o lo que es igual, volver a empezar, en un “eterno retorno” de larga duración o, si se quiere, de la duración misma. Pensadores, poetas y cosmólogos, compiten en la tarea de nombrar, de poner nombre a las cosas. Los cosmólogos llaman “grumos locales” a las galaxias. La Vía Láctea, que es la galaxia que “nos toca”, es el “continente” al que pertenece la estrella solar y, también, todos los planetas que giran alrededor de ella. Por tanto, la Vía Láctea es el “grumo local” que corresponde a nosotros los terrícolas.

Los poetas pueden imaginar un tiempo anterior a la creación del universo, el que precedió al nacimiento del tiempo y del espacio. Franklin Mieses Burgos, en su poema “Barro inaugural”, declara: “Aun no transitaba por el cielo el relámpago/ de pluma de los pájaros/ ni el viento, todavía, era un sepulcro abierto/ para enterrar palabras… “Bondad y maldad no cuentan en cosmología; no son conceptos de la mecánica celeste, como la gravedad o la radiación; ni parecen tener nada que ver con la estructura del átomo.

Asombrosamente, ese mismo poeta escribió: “Sólo una gran piedad pudo crear los mundos/ eternos sin hastiarse./ Sólo una gran ternura pudo sembrar la vida/ como se siembra un árbol:/ la jubilosa voz de una semilla,/ no pudo ningún otro posible sentimiento/ alzar nuestro destino;/ nuestra meta mayor ante la eternidad/ absorta que nos mira…”. La tercera conferencia de Hawking es “Agujeros Negros”.

 

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