Entonces… Manuel Severino

Entonces… Manuel Severino

REGINALDO ATANAY
NUEVA YORK.—
Y de repente, se marchó Manuel Severino, un puertoplateño que en Nueva York recordaba la “Poza del Castillo”, que ya no existe, pero que inmortalizó su compueblano Juan Lockward. Severino acaba de dar su “cambio de vida”, después de ser golpeado por un cáncer, al que él combatió y en muchos momentos, “no le hizo caso.”

El veterano periodista fue a morir a su patria. En Nueva York, solíamos juntarnos con relativa frecuencia, y pasábamos revista a los acontecimientos políticos y sociales de nuestro país.

Manuel era implacable, con sus comentarios. Conversador estupendo, siempre tenía la respuesta adecuada a diversas preguntas. Y tales respuestas solía acompañarlas con un chiste.

Entre Severino y nosotros existió una amistad que data de varios lustros; desde que él dejaba oír su fresca voz por Radio Comercial, en Santo Domingo, mucho antes de empezar a trabajar en los sitios de la palabra escrita. Como El Caribe. Y como Hoy de Santo Domingo.

Cuando Manuel terminaba de pasar su programa por Radio Comercial, nos juntábamos junto a otro amigo locutor, ya ido: Tomás Pujols Sanabia e íbamos a sitios acostumbrados a darnos tragos y a conversar sobre temas de actualidad.

En Nueva York, siguieron las reuniones, pero más esporádicas, salvo un tiempo que nos veíamos casi todas las noches, cuando desde nuestro trabajo en El Diario-La Prensa, de Manhattan, nos dirigíamos a nuestra casa, situada en Queens.

Entonces, de regreso a casa, pasábamos por puestos de periódicos en Queens a comprar uno o dos ejemplares de diarios venidos de Dominicana, para leerlos en la casa. La costumbre fue esfumándose a medida que penetrábamos más y más en el mundo de la Internet.

Ese habitual encuentro (que era en una bodega, junto a otros amigos) se terminó cuando decidimos dejar de trabajar para El Diario (donde estuvimos más de 30 años) en diciembre del 2003 y dedicar todo el tiempo de trabajo,  a nuestro propio esfuerzo periodístico: www.atanay.com

Hace unos años, la voz de Severino comenzó a hacerse ronca; cuando llegó a un punto en que casi no se le entendía nada, fue el médico. Fue, un poco tarde. Le diagnosticaron cáncer en la laringe, y en una cirugía le extirparon las cuerdas vocales. Para hacerse entender, desde entonces, se valía de una prótesis eléctrica que, colocándosela en la garganta, dejaba escapar una voz medio fañosa, como de computadora, con la que transmitía sus pensamientos.

A unos meses después de operado Severino, coincidimos en una cena que ofreció en la Redacción de El Nacional, el también querido amigo, ido ya a destiempo, Carlos Luciano. A la sazón, Luciano era el encargado de la parte editorial de El Nacional en Nueva York; con él tuvimos innúmeras reuniones sociales.

Esa noche se nos ocurrió decirle a Severino que él podía darse sus tragos, que eso no tenía nada que ver con la enfermedad que tuvo. De inmediato, Manuel se acercó al doctor Rafael Lantigua, quien participaba del ágape, y le preguntó si podía beber. Desde entonces, Severino volvió a darse sus tragos sociales, “conversados”. Y los repetíamos en Queens, recordando episodios vividos en la Dominicana tierra, y comentando, además sobre el desenvolvimiento de la comunidad dominicana en Nueva York.

Severino trabajó por corto tiempo en “El Diario-La Prensa”, pero en ese corto tiempo, supo granjearse el afecto de la mayoría de los redactores. Luego pasó a “Noticias del Mundo”, periódico que ya no existe.

Ahora que Manuel se ha marchado caen, como hojas de otoño, los recuerdos del querido amigo y notable periodista. Una de las cosas que más le preocupaba era el desarrollo continuo y continuado de la corrupción en la administración pública. “Esa es una vaina”, decía, “que la tenemos tan pegada, que quienes están en eso, no quieren que se la despeguen. De ahí que muchas veces, el luchar por el adecentamiento público, de la impresión de que uno esté arando en el mar.”

Para la meditación de hoy: Todo está a favor tuyo, si eso es lo que quieres. Si el miedo te aconseja lo contrario… ¡ten cuidado! Porque el miedo ha sido la causa de casi todos los fracasos humanos. El miedo es el demonio burlón que se asoma a nosotros, para empujarnos hacia atrás. Decreta: Todo está a mi favor. Estoy a tono con el Universo, y todas las bondades me acompañan. Esto te parecerá un juego, pero, ¿te atreverías a jugar con estas afirmaciones?

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