Entonces, ¿no hay marcha atrás?

Entonces, ¿no hay marcha atrás?

La represión policial contra los diputados leonelistas, que se manifestaban frente al Congreso el pasado lunes contra los intentos de la facción del presidente Medina para reformar la Constitución e intentar habilitarlo para optar por una nueva reelección, ha sido una expresión de tribalismo político escenificado por las facciones de Leonel y Medina que enrarece el clima político, económico y social del país y que ensombrece su imagen a nivel internacional. Ese hecho demuestra que esas facciones están lejos de un entendimiento y que su conflicto se ha arrumbado por un camino sin retorno, en la antesala de un proceso electoral que podría conducir al final del reinado del PLD.
Algunas bocinas y opinadores a sueldo del danilismo dicen que su acción frente al Congreso, la facción de Leonel da muestra de desesperación, pero puede ser con esa acción esa facción estaría demostrando que es verdad que no dará marcha atrás. La acción policial, de la que no está ajena la facción de Danilo, por su parte, estaría demostrando que no tiene respuesta a la exigencia de Leonel y que al igual que este último, está dispuesto a no dar marcha atrás. Ambos están arrastrando este país hacia un desorden político/institucional de imprevisibles consecuencias. Esta circunstancia, por lo tanto, no solamente concierne a las dos principales facciones del PLD, sino a toda la sociedad.
Por eso, sin que la oposición haga depender su accionar en la espera del desenlace del diferendo Danilo/Leonel, debe estar atenta a una crisis partidaria que puede desembocar una crisis de dimensión nacional. No se trata de una lucha partidaria/grupal, sino de una lucha entre dos fuerzas de un partido en que una de ella es poder, el uso de la fuerza pública de manera brutal, como ocurrió este pasado lunes, ilustra la gravedad del caso, ilustra la grave crisis de gobernabilidad en que el PLD ha sumido este país. La salvaje agresión contra miembros de su propio partido, la pueden multiplicar contra sus adversarios.
La lucha interna en el PLD se está encarrilando en una peligrosa pendiente, el danilismo no tiene respuesta y desesperado, acorralado, y sin claridad sobre cómo manejar sus diferencias con un leonelismo que ha comenzado a mostrar sus dientes, ha militarizado las inmediaciones del Congreso, para atemorizar al leonelismo como a la oposición toda. Manda mensajes al leonelismo de que, aun sin las fuerzas, someterá una reforma constitucional para hacer pasar la reelección. El leonelismo, también sin respuesta, hace una acción frente al Congreso sin la suficiente preparación. El deprimente espectáculo escenificado por ambas fuerzas desnuda a un PLD perdido en un camino sin retorno.
El PLD controla las instituciones fundamentales del Estado, pero paradójicamente, en tanto partido, es incontrolable y a eso han contribuido sus principales dirigentes, no solamente Danilo y Leonel. No funciona como organismo, ninguna de sus instancias funcionan, todas fueron desmontadas para que funcionen sólo sus facciones y por eso no hay lugar dónde dirimir los conflictos. En esa situación parece que no es Leonel quien no dará marcha atrás, sino la división de un partido que muchos de sus dirigentes lo pensaron y creyeron en una burbuja.

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