Entre “transparencia”  y opacidades

Entre “transparencia”  y opacidades

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Lo cierto es que nos traen mártires con el asunto de las “transparencias”. Y no se trata de las declaraciones de agencias de prensa londinenses, que difunden mundialmente un estudio sobre el “Indice de la Corrupción Percibida”, resultado de un informe actual de Transparencia Internacional, que coloca a la República Dominicana con tres puntos en una escala de diez, al igual que la República Democrática (¡ay, democracia!) del Congo, al igual que Kenia, Pakistán, Somalia, Sudán y Tayikistán.

Es decir, somos mucho más opacos que transparentes, como esos países de Africa.

Entiende uno entonces, con mayor claridad y mucho mayor dolor, que “viéndonos tan africanos”, catalogándonos como colegas conductuales del Congo, de Kenia, Sudán, y el vecindario, resulte que norteamericanos, canadienses y franceses encuentren lo más natural que nos unifiquemos con Haití.

Antes cuando a alguien le acontecía algún contratiempo o accidente, a causa de su imprudencia, le decía: “¡Buenísimo que te pase”!

Nosotros, los dominicanos, hemos estado jugando con las ocultaciones, con los dobleces legales o ilegales, y resulta que ahora no nos pega hablar de transparencias.

¿Transparencias de qué?

La oficialidad anuncia montañas de documentos probatorios de inmensos robos al Estado (perdón: a la ciudadanía, porque el dinero es del pueblo) y severos funcionarios aseguran que “el país temblará cuando se entere”.

Pero no se entera. Nunca se entera.

Y los personajes más importantes, si sucede el fenómeno de que sean llevados ante una Corte de Justicia, o son declarados inocentes, o se señala que no existen pruebas contundentes, o se apela a malandrinadas leguleyísticas, o en caso extremo, se procede a condenas risibles.

El caso del Plan Renove, una estafa superconocida (¿de dónde sacó esa gente envuelta en el asunto -y en otros- tanto dinero?) envuelve mil ochocientos millones de pesos. La sentencia que condena a diez personas (¿las más importantes?) por prevaricación, desfalco, asociación de malhechores y estafas, recibieron condenas desde dos meses hasta cuatro años de prisión y multas desde un millón de pesos hasta quince.

Es decir, que el Estado (el Pueblo) recibirá un dos por ciento de lo que “le afanaron”, como dicen los argentinos.

Aparte del señor que “estará preso en su casa”, con todas las comodidades, comida exquisita, compañía familiar, aire acondicionado central, ambiente natural, televisión por cable y “Home Theater” con sus bebidas predilectas, a los otros, ¿cómo les irá? Ya se tiene la experiencia de los privilegios que disfrutan los “prisioneros” adinerados… muchachonas, paseos, tragos, comidas a la carta…

Se me ocurre que le hicieron una faena, una mala jugada, al señor que dejaron preso en su magnífica residencia… vigilado por la esposa e hijos.

Me viene a la mente el cuento aquel de un convento de clausura tomado por unos bárbaros. Al llegar y adueñarse del recinto, el jefe vociferó: “A violarlas a todas!”. Los bestiales invasores se abalanzaron sobre las jovencitas y la Madre Superiora, exclamó indignada: “Dijeron que a todas, dijeron que a todas!”.

El caso es que de transparencia, nada.

Ahí están las terroríficas auditorías que nos van a hacer temblar de espanto. Duermen tranquilas en el polvo que las alcanza desde las oficinas de lujo, respetadas dentro de gavetas o archivos de alta severidad.

Creo, como mucha gente, que la jueza Agelán -por más talentosa que sea- tiene un soplo salomónico, no por mala intención… tal vez por presiones… quién sabe… tal vez por naturaleza.

Ya se vio con lo de Vincho Castillo… culpable e inocente.

Para mí que por fortuna no soy abogado, a la jueza ahora se le fue la mano en la benignidad. Que el Estado o el Pueblo reciba un dos por ciento de lo que le robaron me luce escandaloso.

Que los grandes ladrones anden sueltos, los propiciadores de viajes ilegales en yolas de muerte y los grandes contrabandistas se paseen sin temor alguno a que la justicia los toque, hiere el alma.

Recuerde el culto presidente Fernández que su victoria electoral, abrumadora, se debió a la esperanza de un corte radical al “tú me tapas, yo te tapo”.

Que iba a hacer sanciones justas y drásticas.

Estamos esperándolas.

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