A quienes han hecho profesión del oficio de la toga y el birrete, les sabe a hiel la vieja maldición gitana entre abogados te veas. Un viejo chiste pregunta al incauto por qué los tiburones rehúsan comerse a los abogados que naufragan en la mar: por cortesía profesional. Hace siete generaciones, a mi antepasado Tomás Bobadilla y Briones los filorios lo crucificaron por su éxito como abogado. Para ser patriota, era menester estar fuñido o ser puramente idealista, sin ningún sentido práctico
Más recientemente, a los historiadores les espera la tarea de descifrar o esclarecer más el significado político de la rivalidad profesional entre Joaquín Balaguer y Rafael F. Bonnelly surgida de su ejercicio como abogados en Santiago desde antes de la consolidación del trujillismo.
En los gobiernos que tuvimos entre el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 hasta las elecciones de 1966, con excepción de los siete meses luminosos e inviables más por su propia inadecuación que por designio de sus enemigos de don Juan Bosch, los abogados (Bonnelly, Donald Reid, Ramón Cáceres, Tapia Espinal) fueron protagonistas. Durante los doce años del primer ejercicio de Balaguer, del 1966 al 1978, hubo abogados que hicieron fama por su fugaz protagonismo en la revolución del ’65 (Jottin Cury, Jorge Blanco, Gutiérrez Félix, por citar sólo tres) y aún hoy les dura el prestigio.
Hay quienes creen que de todos los presidentes que ha tenido el PRD (Bosch, Guzmán, Majluta, Jorge Blanco e Hipólito Mejía), el menos malo, aún contando la poblada de 1984, fue el del único abogado del grupo, Salvador Jorge Blanco.
El asunto es que aquí, como en otras democracias exitosas, ser abogado es una excelente vía de ingreso a la política. Pero el ejercicio del derecho, cuando se analiza desde la perspectiva del imperativo político, resulta en vínculos que invierten la jerarquía.
Por ejemplo, hoy en día, el procurador general de la República es el antiguo socio de bufete del Presidente de la República. El consultor jurídico del Poder Ejecutivo era hace poco jefe del bufete en que el Presidente ejerció como abogado. Su antecesor, actual secretario de la Presidencia, pese a su incuestionable fidelidad, es hijo de un consultor jurídico de Balaguer.
Lo curioso es cómo, pese a ser la profesión dominante de la política, entre tantos abogados, desde 1844 no han logrado que impere la Justicia.