Débiles, irresolutas, han sido las autoridades que en estos momentos se rompen la cabeza porque sus previsiones para sostener el servicio eléctrico conjurando sus malignos déficits no alcanzan y hay que buscar dinero de donde sea, probablemente a costa de capítulos de gastos importantes para la nación. Se trata de las mismas autoridades que hace unos años fueron convencidas de que el robo de energía debía ser perseguido y castigado para que el sistema sea productivo y pueda invertirse con rentabilidad. Luego pospusieron por populismo y débil volutad el momento de comenzar a aplicar la ley creada al efecto; y luego, tras comenzar a hacerlo, se refrenaron para no chocar con intereses. Si se cobrara la luz a los grandes y medianos defraudadores, probablemente no habría apagones financieros .
Son las mismas autoridades que descubrieron un descomunal fraude empresarial eléctrico en la parte oriental de Santo Domingo, por el que finalmente no se pidió mucha cuenta después. Las mismas autoridades que denunciaron que en la más lujosa zona de torres capitalinas abundaban usuarios de altos ingresos reportando inexplicables facturaciones bajas, indicio de fraudes impresionantes. Como no se ha procedido judicialmente en consecuencia, habría que deplorar con indignación la falta de temple para poner el cascabel al gato y llevar orden al sistema.
Percepciones y realidades
Las autoridades trataron recientemente de tranquilizar a los santiagueros diciendo en una reunión con la prensa que las estadísticas no confirman que en aquella provincia ocurra en estos momentos un incremento de los actos delictivos. Aunque se insistió en que el alto nivel que se atribuye a la criminalidad es de percepción, organizaciones representativas del Cibao han seguido expresando preocupación por la delincuencia. La dura verdad de que en las calles hay más riesgos que antes, no se puede tapar con un dedo. Además no hay porqué subestimar la percepción de la gente. Muchas agresiones a ciudadanos o a sus bienes no van a parar a los registros policiales y judiciales. A veces porque no revisten gravedad y otras veces porque la gente no las denuncia por falta de confianza en las investigaciones. Se equivocan las autoridades si creen que la sensación colectiva de inseguridad proviene del impacto de las noticias. El pueblo es el que más cerca está de los hechos tal cual son y reacciona en consecuencia.