Uno nunca termina de conocer a las personas”, es una triste frase con una gran realidad. Algo así es lo que creo que alguna vez a todos nos ha pasado. Es increíble cómo en ocasiones nosotros mismos nos permitimos desvirtuar la realidad de ese verdadero vínculo que una persona establece con nosotros, al que nosotros establecemos con ellos.
Otra gran verdad es esta que dice el dicho: «Cara vemos, corazones no sabemos» por ello antes de confiar en los amigos se debe tener en cuenta la antigua frase: “El sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice”. Porque como “Cada cabeza es un mundo” y en ese mundo hay un número de variables infinitas, y por variables hay, pensamiento, estados de ánimo, personalidad… es por eso que uno nunca termina de conocer a las personas.
Uno tiene derecho a ser selectivo con las personas que permite que sean cercana, porque según dicen: “los amigos son la familia que se escoge”. De ahí, la libertad que tenemos de buscar siempre personas buenas para sí. Y si vamos en busca de un camino, intentamos conseguir compañeros de viaje que sean alegría en el cansancio y fuerza en el avance.
Sin embargo, Indira Gandhi (1917-1984), estadista y política hindú (sin parentesco alguno con Mahatma Gandhi), expresó: “la desconfianza es una señal de debilidad”. De manera, que yo analizando todas las demás frases, creo que definitivamente voy en la misma línea de ella de que la actitud del “No debo confiar en nadie”, es el resultado de: Pensar mal de las personas con antelación, de un juzgamiento injusto que hacemos a quienes se acercan a nosotros, y una condena posterior al juzgamiento que efectuamos a las personas. Y de que lo que se esconde detrás de la desconfianza, no es más que el miedo a ser lastimados.
Según Indhira: “Las personas con las cuales nos relacionamos, son nuestro propio “espejo”. Los gestos y actitudes que nos agraden de ellas; las cosas que nos sorprendan gratamente de ellas; las que valoremos de ellas; son aquellas características que también nosotros mismos tenemos y aceptamos de nosotros mismo”.
Por lo cual, tendría sentido el que todo rechazo que experimenta con los demás, son aquellas cosas que Usted NO ACEPTA de sí y que necesita “sanar” interiormente. Al desconfiar de los demás, hay una parte interior suya que no acepta de sí mismo, es decir, está desconfiando de su propia esencia.
Si estoy de acuerdo de que uno debe actuar con prudencia, y saber dar y quitar en la medida justa, pero de ahí a no poder confiar en nadie, no se… una cosa es tu cerrar los ojos y cegarte totalmente con lo que le depositas al otro, y otra muy distinta, el NUNCA CONFIAR EN NADIE. Para mí, el pensar así y expresarlo tan efusivamente como les gusta hacer, es porque no se ha sabido perdonar las experiencias de dolor, esas que en un momento determinado lo han llevado a desconfiar de otras personas.

La palabra “des-confiar” significa sacar o quietar a confianza. Y confianza, significa: “Con Fe” o “Junto a la Fe”. “Si Usted pierde la fe en los demás, hay una parte suya que ha perdido una parte de su propia fe”.
Analicemos esta parábola: Cuando tienen frío, los erizos procuran acercarse entre ellos, para generarse calor el uno con el otro. En su primer acercamiento, ambos terminan hincados por sus espinas, por lo que se asustan y se alejan. La necesidad de calor, hará que los erizos regresen a intentar estar cerca nuevamente, pinchando sus cuerpos por segunda vez. El frío se hará notar para recordarles sobre la falta de calor; y así, los erizos se acercarán despaciosamente, con mucha cautela y, poco a poco, lograrán estar lo suficientemente juntos como para no lastimarse entre ellos.
Nada diferente a lo que ocurre en las relaciones humanas. La necesidad de sentir aprecio, amor, valoración y reconocimiento, hace que la vida acerque personas que puedan hincarse entre ellas con las espinas del ego, donde habita la falta de tolerancia y perdón. Pero el calor del amor, hará que nosotros y ellos podamos ir regulando las distancias, para no terminar heridos.