Entre dos ciclones

Entre dos ciclones

PEDRO GIL ITURBIDES
No fueron devastadores los daños causados por Jeanne a los dominicanos. Pero como si lo fuesen, este ciclón devenido en tormenta tropical, suma sus efectos a los que nos viene dejando el ejercicio de la política. Estos últimos han sido más lacerantes aún, porque han sido venero de perversiones morales que, a su vez, influyen de modo negativo sobre toda la vida del país.

Con Jeanne sufrimos daños a la propiedad pública y privada, pues varias muertes acaecidas durante su entrada no les son del todo achacables.

Pero del ejercicio de la política deriva la Nación un deterioro que únicamente superaremos con bregas. Y estas últimas no estamos dispuestos a librarlas, pues entrañan sacrificios que no entendemos y renunciaciones a las que no estamos acostumbrados. El recuerdo de Jeanne se supera reconstruyendo aquello que fue destruido. La depravación moral, que a su vez se refleja sobre el ordenamiento de la administración del Estado y del país, consumirá llanto que no estamos dispuestos a derramar. Y una sabiduría que no siempre se prodiga desde el poder.

Jorge Luis Sención lo ha explicado desde su cama del hospital de Santo Domingo. Lo de Azua, ha dicho, se explica en la pobreza, el desempleo y la laxitud ante el mal y connivencia con los malhechores, de parte de las autoridades. Esta teoría constituía, en esencia, la prédica cotidiana de Juan Andujar. Sención recuerda las palabras del periodista asesinado, no solamente porque las escuchaba, sino porque las respaldaba ante el mismo micrófono.

Por eso, a la vera del cadáver de Andujar cayó Sención baleado, «haciéndose el muerto». Gracias a este ardid será minusválido por el resto de su existencia. Pero si bien ha perdido un brazo, logró conservar la vida. Y con ella pregonará lo que junto a Andujar decía, y que le costó la vida. Pero esas palabras han puesto al descubierto una sórdida relación entre la asociación de malhechores que impera en Azua y miembros del cuerpo de orden público.

La denuncia fue tema de ambos, en la mañana del día en que la «banda de Blas Pujols» decidió quitarles la vida. El atentado homicida se produjo con espectaculares recursos, con el evidente propósito de amedrentar a los azuanos. Pudo bastar un acto artero, a la sombra de la malicia. Pero el grupo recurrió a un procedimiento más llamativo, que hiciese que los azuanos se escondieran en sus temores más que en las casas.

La muerte de Andujar, sin embargo, conmocionó al país. Y se han puesto al descubierto esas formas incestuosas de relaciones que la lenidad, de manos de la impunidad, fomentaron entre los llamados a preservar el orden público y los inclinados a contravenirlo. La coincidencia entre lo conocido tras este homicidio y lo denunciado alrededor del robo de vehículos de lujo -y otros automotores-, cuestiona el papel de la autoridad.

Se advierte sin embargo, que esta otra forma de huracán es tanto más compleja cuanto más peligrosa. Jeanne sube por el mar Caribe desde sus turbulentos orígenes en el Atlántico central. Al cruzar por las Antillas de barlovento rumbo a sotavento, arrastra vidas, árboles, viviendas y otras estructuras que explican la civilización de nuestros días. Salvo las irrecuperables vidas, lo demás se siembra, o se erige, o se reedifica.

Este otro ciclón, el ocasionado por la perversión de costumbres y normas, ordenamientos sociales, reglamentaciones y leyes, erosiona las bases de la República. Unicamente espoleada por una inteligencia reorientadora, puede la sociedad librarse de esa lacra, sin que tengan que erosionarse las estructuras de las libertades civiles y políticas. El remedio para superar los daños de Jeanne se contraen a inversiones, disposiciones certeras, y tiempo.

El remedio para dejar atrás los males sembrados por ese otro ciclón se consigue con enorme dificultad. No lo venden en boticas, y las probables fuentes de inspiración se encuentran en las competencias de aquellos que mandaron pueblos, y los mandaron con sabiduría.

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